miércoles, 26 de septiembre de 2012


Calendario de Pruebas 2012 (parte 1)

Calendario de prueba Séptimo Año B Segundo Semestre (2012)


Miércoles 10 de octubre Control de lectura Historia de Chile   Contenido: Régimen militar-Gobierno de Augusto Pinochet.

Semana 15 al 19 de octubre  Entrega de ensayo

Martes 16 de octubre Prueba Sociales  Contenido: Legado mundo Moderno- Restauración monárquica-Proceso de Unificación –Colonialismo – imperialismo

Martes 23 de octubre Control de lectura Historia de Chile   Contenido: Gobiernos de la Concertación

Semana de 22 al 31 octubre Disertaciones Regiones del mundo

Martes 6 de noviembre Prueba Sociales  Contenido: Primera Guerra Mundial – Periodo entre guerras – Segundo Guerra Mundial.

Miércoles 5 de diciembre Examen   Contenido: Todo el contenido

Calendario de prueba Octavo  Año A  Segundo Semestre (2012)

Miércoles 03 de septiembre Control de lectura  Contenido: Actualidad de América Latina


Jueves 10 de octubre Prueba Social  Contenido:  Actualidad de América Latina –Problemas del mundo moderno-Geografía general – Población

Semana 15 al 19 de octubre  Entrega de ensayo

Viernes 24 de octubre Prueba Sociales Contenido: Geografía de América- Historia de Chile

Miércoles 7 de noviembre Control de Lectura Historia de Chile Contenido: La Colonia.

Miércoles 5 de diciembre Examen  Contenido: Toda la materia.




Textos para el control 7º Años: Economía chilena 1973 – 1989

Texto nº1:“La evolución Economía”


La Realidad Económica entre 1973 y 1975: los nuevos actores.

Una de las cuestiones más críticas que debió enfrentar la Junta Militar fue darle a la economía un rumbo totalmente diferente al que llevaba hasta el 11 de septiembre de 1973.


El diseñar para ellos un plan económico en el corto plazo era casi imposible. Pero una comisión de economistas opositores a Allende ya había elaborado un programa alternativo al de la Unidad Popular (UP). “El programa fue un encargo secreto hecho por la Sociedad de Fomento Fabril. Esa comisión estaba dominada por un grupo de egresados de la Universidad de Chicago que por distintos caminos se había allegado al Partido Nacional, a la Universidad Católica y al gremialismo” (Cavallo, Ascanio. Ob. Cit., p. 22).

Este documento se conocerá más tarde como El Ladrillo y será la base de la futura política económica del Gobierno Militar. A partir de él, el gobierno centrará sus esfuerzos en lograr ordenar la economía nacional. Los objetivos señalados en El Ladrillo eran (Barahona, Pablo. LA política económica del Gobierno Militar., pp.87-88):


a) Obtener una tasa de desarrollo económico alta y estable a través del tiempo.

b) Erradicar de Chile la extrema pobreza.

c) Garantizar las oportunidades.

d) Obtener pleno empleo.

e) Obtener estabilidad en el sentido amplio de la palabra.

f) Minimizar la dependencia económica en todos aquellos aspectos que tengan incidencia en la independencia política del país.

g) Realizar una efectiva descentralización del sistema económico.


Sin embargo, y a pesar de las medidas tomadas hacia finales de 1974, esto no fue fácil. La inflación aún llegaba a 375,9%, seguía habiendo un déficit fiscal alto y el Producto geográfico Bruto sólo llegaba al 1%.

En abril de 1975 se trajo a Chile a Milton Friedman y a Arnold Harberger, máximos exponentes de los principios económicos de la escuela de Chicago. Su apoyo permitió que el grupo de economistas chilenos impusieran sus puntos de vista y comenzaran a realizar las reformas económicas que “más tarde hicieran conocidas a escala mundial Margaret Thatcher en Gran Bretaña (1979) y Ronald Reagan (1981) en Estados Unidos. Chile se constituyó así en un pionero de los puede considerarse un modelo neoliberal” (Maira, Luis. Los tres Chile de la segunda mitad del siglo XX, p. 22).

Con el fin de provocar definitivamente el cambio económico, el General Pinochet aprobó el denominado Programa de recuperación económica. A partir de ese momento, los llamados Chicago Boys fueron ocupando sucesivamente los cargos del manejo de la economía chilena. Así, al inicio de 1975 el Ministerio de Hacienda estaba en manos de Jorge Cauas, el Ministerio de Economía, en las de Sergio de Castro, el Ministerio de ODEPLAN, en las de Miguel Kast, y el presidente del Banco Central era Pablo Barahona.


La revolución económica (1976- 1982): El milagro económico.

Una vez que los Chicago Boys comenzaron a manejar la economía se empezó a vivir una verdadera revolución. Esta, a pesar de ser de un signo absolutamente opuesto a la llevada a cabo por el gobierno de la Unidad Popular, le era similar en la profundidad de los cambios y en el impacto que tendría en el país.

De entre las medidas más relevantes tomadas durante este período se destacan:

Eliminación de la política proteccionista para importaciones: De un arancel nominal promedio de 105% durante el último año de gobierno de Allende, se pasa a un arancel nominal uniforme de 10% en 1979.

Reprivatización de empresas: De las 400 empresas que el Estado manejaba en 1973, se llegó a no más de 45 en 1980, pues se restituyó a sus antiguos dueños las empresas y tierras expropiadas con procedimientos irregulares

Flexibilización del mercado laboral: A través del debilitamiento del poder sindical, la facilidad de despido y la reducción del salario real.

Régimen fiscal: Se pasa de un elevado déficit del sector público a un superávit en 1979-1981.

Sistema de precios: De un sistema de precios controlado centralmente se pasa a la libertad caso absoluta de precios.

Los resultados de estos cambios se comenzaron a ver en el quinquenio 75-80, como lo demuestra el siguiente cuadro

Años Crecimiento (%) Inflación (%) Desempleo (%)

1975 -(12,9) 343 16

1976 3,5 198 19

1977 9,9 84 18

1978 8,2 37 17

1979 8,3 38 17

1980 7,5 31 17

1981 5,5 9 16

Fuente: Patricio Meller. Un siglo de economía política chilena (1890-1990) p.187.

El “milagro económico” se ve aún claro si se consideran otros indicadores, como por ejemplo:

1973 1980

Exportaciones no tradicionales (US$ Millones) 100 1.800

Reservas del Banco Central (US$ Millones) 167 4.074

Déficit Público (%) 21+ -(5,5)

Estos resultados tuvieron tal impacto en el mundo financiero, que en enero de 1980 el editorial del Wall Street Journal señalaba: “Con el fin de restablecer las relaciones amistosas Chile debería prestar su equipo económico al gobierno de los Estados Unidos” (citado por Alejandro Foxley).

La crisis de 1982

Hacia comienzos de 1981 comenzó a sentirse –sobre todo a nivel de grupos económicos y empresariales- un malestar con respecto a las repercusiones de la política económica impuesta hasta ese momento.

Las razones del malestar se debían al precio del dólar, fijado en 39 pesos desde mediados de 1979 por el Ministro de Hacienda Sergio de Castro. El dólar fijo hacía que las exportaciones mantuvieran su valor nominal, mientras los costos internos (principalmente los salarios ) subían permanentemente, por lo que los “productores nacionales empezaron a sentirse asfixiados por la disminución de sus utilidades” (Ascanio Cavallo, Ob. Cit., p. 37).

Fue también durante 1981 cuando la Superintendencia de Bancos decretó la intervención de cuatro bancos y cuatro financieras que estaban a punto de caer en la insolvencia. A partir de ahí el “milagro económico” comenzó a desaparecer lenta pero sostenidamente.

El 16 de abril de 1982 asumió como nuevo Ministro de Hacienda Sergio De la Cuadra. Dos meses después el peso fue devaluado en 18% y se agregaron nuevos impuestos para superar el déficit fiscal. En julio, Miguel Kast anunciaba la decisión del Banco Central de comprar la cartera vencida de los bancos; en agosto, el dólar llegaba ya a $70, el desempleo se empinaba sobre el 20% y el Programa de Empleo Mínimo (PEM), que había creado el Gobierno para enfrentar la cesantía, debía ser apoyado por el Programa para Jefes de Hogar (POJH).

Antes del fin de ese mes, el Ministro De la Cuadra presentaba también su renuncia y Rolf Lüders asumía la conducción económica como Biministro de Economía y Hacienda.

En enero de 1983 se entró en la etapa más grave de la crisis; el jueves 13 Rolf Lüders anunció la medida más dura tomada en el periodo: la intervención de la Banca. Tres instituciones fueron declaradas en liquidación- su pasivo era tres veces mayor que su patrimonio-, cinco fueron intervenidas- su deuda superaba más de una vez su patrimonio- y dos quedaron en observación.

En febrero le tocaría el turno al propio Biministro: sería reemplazado por Carlos Cáceres.

“La economía chilena estaba afectada en 1982-1983 por un desequilibrio interno y un desequilibrio externo. El primero se expresaba en la elevada tasa de desempleo y en el deterioro de las remuneraciones de los trabajadores. El desequilibrio externo estaba vinculado a la escasez de divisas producida por el enorme esfuerzo que implicaba el servicio de la deuda externa; la opción del Gobierno fue reducir el desequilibrio externo, aunque ello implicaba agravar en el corto y mediano plazo el desequilibrio interno” (Patricio Meller. Ob.cit., p.233).

La gravedad de la crisis vivida por el país en ese periodo sólo es comparable a la recesión de comienzos de la década del 30 y para superarla hubo que esperar hasta fines de la década.

La realidad económica postcrisis: La consolidación del modelo neoliberal.

A partir de 1984 el proceso de ajuste se basó fundamentalmente en una política expansiva con el fin de reactivar el crecimiento. La etapa siguiente comienza a partir de 1985, aproximadamente, y será encabezada por el economista Hérnan Büchi. En ella los esfuerzos se centrarán en el desarrollo de un conjunto de políticas de ajustes de precios y se tratará de reducir la necesidad de contar con créditos externos.

La necesidad de recursos financieros llevó a Chile a tener que recurrir al Fondo Monetario Internacional (FMI) y al Banco Mundial.

Como condición para entregar recursos, el FMI propuso un programa basado en tres elementos claves:

a) Política fiscal: Su objetivo principal era controlar el déficit del sector público.

b) Política monetaria: Disminución de los montos de créditos entregados al sector público.

c) Política salarial: Mantención y reducción en términos reales del piso salarial mínimo con el fin de respaldar la devaluación real.

La aplicación sistemática y ordenada de estas condiciones, junto con el pago total y puntual de los intereses de la deuda externa, permitieron contar con el apoyo de recursos constantes, tanto el FMI como el Banco Mundial y del Banco Interamericano del Desarrollo (BID).

Si se comparan algunas cifras del periodo 1982-1989 se ve como el ajuste tuvo resultados positivos:

1982 1989

Balance Comercial Millones de US$ 63 1.578

Cuentas Corrientes Millones de US$ -(2.034) -(740)

Crecimiento Económico PGB (%) -(14,1) 10

Inflación (%) 20,7 21,4

Desempleo (%) 26,1 9,9

Fuente: Patricio Meller. Un siglo de economía política chilena (1890-1990) p.235, cuadro 3.20.

Fuente: Francisco Frías Valenzuela, Manual de Historia de Chile.


Texto nº2:“Surge el Liberalismo”

La economía del liberalismo, que se creía sepultada hacía setenta años, reapareció y se consolidó con el gobierno de Pinochet.

Sin tener un concepto propio de la economía, los militares la dejaron en manos de los Chicagos Boys, un grupo de economistas formados en la Universidad de Chicago, que eran partidarios del liberalismo más ortodoxo. Debía favorecerse el interés de los empresarios y de las empresas privadas, para fomentar la inversión nacional y extranjera. Esa política sería en provecho de los altos sectores sociales, pero algún día beneficiaría a los más desfavorecidos.

El gobierno pagó a las compañías extranjeras por la expropiación que se había hecho de las minas y estimuló nuevas exportaciones por capitales del exterior. Devolvió los bancos a sus antiguos propietarios y se hizo cargo de las deudas de ellos, pagándolas con dineros de todos los chilenos. También devolvió las industrias y los fundos expropiados por la Reforma Agraria y vendió a poderosos grupos económicos, a bajos precios, diversas empresas del Estado. Era una política de privatización.

En materia de previsión social, atención médica y jubilación, el Estado traspasó esas funciones a empresas privadas, las ISAPRES y las AFP.

Antes que la política liberal comenzara a dar resultados, hubo un empobrecimiento en los sectores medios y bajos. Una aguda cesantía expandió los niveles de miseria y se incrementó la violencia y la delincuencia a límites desconocidos hasta entonces.

Hacia fines de la década de 1980 la economía entró en un periodo de mayor holgura y durante los gobiernos de Aylwin y Frei Ruiz-Tagle ha llegado a un franco desenvolvimiento gracias al equilibrio de los aspectos macroeconómicos.

Ha seguido favoreciéndose la inversión de capitales de dentro y fuera del país, ha habido aumento de la exportación, ha bajado la inflación y se ha mantenido el valor de la moneda.

El presupuesto ha sido reorientado para invertir y gastar más en educación, salud, vivienda y obras públicas. Sueldos y salarios han aumentado moderadamente su valor real.

La empresa privada, favorecida por la política económica, ha mostrado capacidad organizativa y un espíritu muy dinámico. Han tomado importancia las compañías destinadas a los rubros de minería, celulosa, papel, fruta, electricidad y telecomunicaciones. Bajo las nuevas circunstancias, han aumentado sus capitales y sus ganancias.

Los altos sectores de la sociedad han sido los más favorecidos con la riqueza, se ha acentuado el lujo y los gastos superfluos. La oferta de bienes caros, que no se justifican, ha desarrollado el consumismo y ni siquiera ha escapado, en un nivel más modesto, la baja clase media. En tal situación, subsisten sectores de extrema pobreza.

Fuente: Sergio Villalobos R., Breve Historia de Chile.



Texto nº3:“La Economía”

El cobre llegó a ser la principal fuente de entradas del erario nacional gracias a las inversiones efectuadas por compañías estadunidenses. Su producción aumentó de 192.500 toneladas en 1925 a 1.412.000 en 1988. Durante la Segunda Guerra Mundial y la de Corea, Chile vendió el metal a precios fijados por los Estados Unidos, con enormes pérdidas para el fisco. Chilenizado y nacionalizado, financió casi 70% del presupuesto nacional. El Departamento del Cobre (1955) supervisó todo lo relacionado con su producción, venta y contribuciones. En 1966 se constituyó Codelco. Notable incremento tuvieron las extracciones de oro, litio, plata y molibdeno. La industrialización se aceleró a partir de 1938 gracias a la influencia de la Corfo. Durante el gobierno militar aumentó la producción agropecuaria y forestal destinada a mercados externos. Aun así, la modernización originó enormes desigualdades en la distribución del ingreso, estimándose que hacia 1990 había 5 millones de pobres, casi 40% de la población. La lucha contra la inflación, en cambio, tuvo resultados positivos, especialmente en los últimos años de la década de 1980.

En 1974 la deuda externa pública se elevaba a 3.583 millones de dólares, en tanto que la privada alcanzaba 443 millones de dólares. El programa económico de reactivación llevado a cabo por el régimen militar significó una apertura al crédito internacional con el consiguiente endeudamiento, sin que se adoptaran las medidas fiscalizadoras que asegurasen el destino de los préstamos avalados por el Estado. Así, en 1982 la deuda pública había crecido a 5.166 millones de dólares, lo cual representaba un aumentó dentro de la perspectiva del modelo económico en boga, aun considerando los riesgos de la inestable economía mundial. La deuda externa privada, sin embargo, llegaba a 8.726 millones de dólares, sin que existiese constancia efectiva de que los grupos económicos que surgieron en la época realmente la hubiesen invertido en proyectos de desarrollo. La crisis económica internacional dejó, en la segunda mitad de 1982, sumido al país en una dramática situación, debiendo suspender el pago oportuno de las amortizaciones. La banca privada estuvo a punto de quebrar. El gobierno decidió intervenirla, asumiendo deudas que superaban los 6 mil millones de dólares. Mientras parte de los más importantes bancos eran traspasados a pequeños inversionistas mediante el proceso de capitalismo popular financiado por la Corfo, el Estado se abocó, con éxito, a renegociar la deuda que tomó a su cargo para salvar el proceso productivo nacional.

Fuente: Osvaldo Silva Galdames, Breve Historia Contemporánea de Chile.







martes, 25 de septiembre de 2012

Napoleon III

(Carlos Luis Napoleón Bonaparte; París, 1808 - Chislehurst, Kent, Inglaterra, 1873) Presidente de la República y emperador de Francia. Era sobrino del primer Napoleón y quizá hijo natural suyo. En su juventud tuvo una trayectoria como conspirador liberal, participando en los movimientos revolucionarios italianos de 1831; y desde que, en 1832, heredó la «jefatura» de la dinastía Bonaparte por la muerte del duque de Reichstadt, se dedicó a intentar la conquista del poder protagonizando sendos intentos frustrados de derrocar a Luis Felipe de Orléans, uno en Estrasburgo en 1836 y otro en Boulogne en 1840.


Este último fracaso le costó la condena a cadena perpetua en el castillo de Ham, pero consiguió evadirse en 1846 y halló refugio en Inglaterra. De aquella época le quedó una mala salud que le acompañaría durante el resto de su vida (reumatismo y problemas renales), una aureola romántica de aventurero y luchador por las libertades, y un círculo de amigos incondicionales en los que se apoyaría durante su carrera política.



La Revolución de 1848, que instauró en Francia la Segunda República, le permitió regresar al país y participar en la política activa. El restablecimiento del sufragio universal en un país predominantemente campesino le proporcionó un éxito electoral inmediato, beneficiándose de la memoria de su tío y de la asociación del nombre Bonaparte con una época de orden en libertad y de hegemonía continental de Francia.



Fue así como se convirtió en primer -y único- presidente de la Segunda República en 1848, con un mensaje político ambiguo que proponía la síntesis entre los principios de la Revolución de 1789 y los deseos de orden y paz social que albergaba la Francia más conservadora: en su mensaje y en su acción de gobierno se mezclarían siempre el autoritarismo contra el «peligro» de la revolución social y un reformismo liberal de tendencia democrática (contrario al predominio de los notables tradicionales) e incluso socialista (bajo la influencia de los discípulos de Saint-Simon).



Como presidente de la República, Luis Napoleón siguió la corriente conservadora mayoritaria en la Asamblea: se ganó el apoyo de los católicos al dejar la enseñanza privada en manos de la Iglesia (Ley Falloux, 1849) e intervenir militarmente para reponer el poder del papa contra la República Romana (1849); al mismo tiempo, salvaguardó su imagen presentándose como víctima impotente de las medidas más impopulares de la Asamblea. Y, sobre todo, se esforzó por acrecentar su poder personal, recortando el sufragio universal y las libertades.



En 1851 protagonizó un golpe de Estado destinado a perpetuarse en la presidencia en contra de las prescripciones constitucionales, golpe que sancionó después con un plebiscito que ganó abrumadoramente. Había comenzado su estilo de gobierno, consistente en una mezcla de autoritarismo personal y apelación directa al pueblo, eliminando la intermediación de los partidos y del Parlamento. En 1852 completó la configuración de su dictadura promulgando una carta otorgada de corte cesarista, inspirada en la Constitución del año VIII (1799), y restableciendo en su persona la dignidad imperial hereditaria; el que había sido príncipe presidente pasaba a llamarse entonces Napoleón III, emperador de los franceses.

El carácter dictatorial y el origen violento de aquel Segundo Imperio le obligó a buscar una legitimación suplementaria por la vía de las realizaciones: lanzó una política exterior encaminada a desmontar el orden europeo establecido por el Congreso de Viena (1815) y restablecer el papel de Francia como gran potencia mundial, política nacionalista y expansiva que le atrajo la simpatía de las masas populares urbanas (ya que se presentó como intervención en favor de nobles causas liberales y nacionalistas, como la de la unificación italiana luchando a favor del Piamonte contra Austria, en 1859) y que tenía la ventaja adicional de mantener a los militares absorbidos en aventuras exteriores.



En el interior, compensó el recorte de las libertades individuales con una política de reformas sociales dirigida a desmovilizar el potencial revolucionario del movimiento obrero (legalizando la huelga e impulsando la organización sindical obrera desde 1864); y se esforzó por potenciar el desarrollo económico apoyando a la gran industria, facilitando las grandes concentraciones financieras (como la de la banca Péreire), extendiendo la red de ferrocarriles, remodelando las ciudades (fundamentalmente París, reformada bajo la dirección de Haussmann), exportando capitales (por ejemplo, con la construcción del canal de Suez, obra de Lesseps), ampliando los mercados con la expansión colonial (Senegal, Argelia, Nueva Caledonia, Siria, Egipto, Indochina…) y suscribiendo un audaz tratado de libre comercio con Gran Bretaña (el Tratado Cobden-Chevalier de 1860). Con todo ello, hizo del Segundo Imperio (1852-70) una fase muy significativa en el proceso de industrialización de Francia.



La dureza de los siete primeros años de «Imperio autoritario» (1852-59) dejó pasó a un cambio de tendencia más progresista desde la intervención militar en Italia de 1859 (que llevó al régimen a romper con la opinión católica y conservadora, al apoyar la unificación italiana a costa del poder temporal del Papado) y del Tratado comercial de 1860 (que inauguraba una política económica más liberal, enemistando al régimen con parte de la clase empresarial francesa). Pero este giro no modificó sustancialmente las instituciones políticas, que siguieron marcadas por el autoritarismo hasta que, en 1869-70, el régimen inició una evolución hacia el parlamentarismo, en un experimento de «Imperio liberal» que no llegó a cuajar por la inmediata caída del Imperio.



Ésta vino provocada por las aventuras exteriores: las primeras se habían visto coronadas por el éxito, por ejemplo, la intervención contra Rusia en la Guerra de Crimea de 1854-55, que llevó al régimen a su momento de máxima gloria con la reunión del Congreso de paz en París, simultáneamente a la Exposición Universal de 1855 (que proyectó al mundo la imagen de una Francia moderna y pujante) y al nacimiento de un príncipe heredero del matrimonio de Napoleón III con Eugenia de Montijo (lo que parecía asegurar la sucesión monárquica).



Aquel éxito, completado con el de la guerra de unificación italiana, llevó al emperador a confiar excesivamente en su propio sueño de poderío universal, animándole a un intento de intervención diplomática en la Guerra de Secesión americana (1861-65), a un proyecto de hegemonía francesa sobre América Latina que comenzaría por la instauración en México del régimen imperial de Maximiliano (1864-67) y a la pretensión de obtener compensaciones territoriales en Alemania por la «benévola» neutralidad de Francia en la Guerra Austro-Prusiana (1866); todos esos intentos se saldaron con otros tantos fracasos, que prepararon el descalabro final: dejándose arrastrar por un incidente diplomático sin importancia (el telegrama de Ems, a propósito de la candidatura de un príncipe Hohenzollern al vacante Trono de España), Napoleón III aceptó ir a la guerra contra Prusia en 1870, confiando en su capacidad para frenar la potencia ascendente de la Prusia de Bismarck y el peligro de que condujera a formar un Estado alemán fuerte y unido.



La derrota en la Guerra Franco-Prusiana (1870) fue completa, cayendo incluso el emperador prisionero del ejército prusiano en la batalla de Sedán. Ello provocó el hundimiento del Segundo Imperio frente a las fuerzas republicanas, al tiempo que estallaba en París la Revolución de la Comuna y que Bismarck completaba la unificación del Imperio Alemán (declarada en Versalles en 1871) y arrebataba a Francia las provincias de Alsacia y Lorena.



Una vez puesto en libertad, el ex emperador se refugió en Inglaterra, desde donde siguió proclamando las virtudes del bonapartismo y reclamando sus derechos al Trono, pues nunca abdicó. El controvertido y ambiguo dictador moría tres años después, dejando a la posteridad un modelo de populismo autoritario y modernizador, que sin duda ha inspirado a políticos como el general De Gaulle.

Napoleon II


(Francisco Carlos José Bonaparte; París, 1811-Schönbrunn, 1832) Hijo de Napoleón I y María Luisa de Austria. Heredero del Imperio, recibió al nacer el título de rey de Roma. El emperador abdicó en él después de los Cien Días. A la caída del emperador fue llevado a Viena, a la corte de su abuelo materno Francisco II, quien le concedió el título de duque de Reichstadt y lo hizo educar a la austríaca; murió tuberculoso a los 21 años, sin haber vuelto a ver a su padre ni pisado suelo francés.

martes, 11 de septiembre de 2012

Maximilian de Robespierre

Político de la Revolución francesa que instauró el régimen del Terror (Arras, Artois, 1758 - París, 1794). Procedente de la pequeña nobleza del norte de Francia, se hizo abogado y frecuentó los círculos literarios y filosóficos de su ciudad en la década de 1780; sus escritos de esa época muestran la influencia de las ideas democráticas de Rousseau.




Cuando Luis XVI convocó a los Estados Generales para resolver la quiebra de las finanzas reales (1788), Robespierre fue elegido para representar al Tercer Estado de Artois. Y cuando la conversión del Tercer Estado en Asamblea Nacional puso en marcha la Revolución francesa (1789), Robespierre se erigió en defensor de las ideas liberales y democráticas más avanzadas (por ejemplo, fue él quien propuso la ley de 1791 que prohibía la reelección de los diputados, con la intención de renovar radicalmente el personal político).

No obstante, no parece que sostuviera convicciones republicanas hasta que la deslealtad del rey a la Constitución (con el intento de fuga de la familia real en 1791) defraudó su confianza en la fórmula monárquica; entonces sí, fue uno de los promotores de la ejecución de Luis XVI y de la implantación de la República.



Hombre íntegro, virtuoso y austero (recibió el sobrenombre de el Incorruptible), llevó su rigor moral y su fidelidad a los principios hasta el fanatismo. Esa fama le convirtió en uno de los líderes más destacados del Club de los Jacobinos, que agrupaba al partido revolucionario radical. Allí sostuvo la idea de mantener la paz con las potencias extranjeras para consolidar la revolución en Francia, pues veía en la guerra exterior que impulsaban los girondinos un claro peligro de debilitamiento del régimen.



El apoyo de las masas revolucionarias de París (los sans-culottes) a tales ideas se expresó en una «revolución dentro de la Revolución» en 1792-93, que llevó a Robespierre al poder: primero como miembro de la Comuna revolucionaria que ostentaba el poder local; luego como representante de la ciudad en la Convención nacional que asumió todos los poderes, y en la que Robespierre apareció como portavoz del partido radical de la Montaña (junto con Danton y Marat); y, una vez eliminados del poder los girondinos, como miembro del Comité de Salvación Pública en el que la Convención delegó el poder ejecutivo (1793).



Tras arrebatarle el poder a Danton, Robespierre se convirtió en el «hombre fuerte» de aquel Comité, secundado por Saint-Just; instauró una dictadura de hecho para salvar a la Revolución de las múltiples amenazas que se cernían sobre ella: el ataque militar de las monarquías absolutistas europeas coligadas contra Francia, la amplitud de la insurrección contrarrevolucionaria en el interior (conocida como la Vendée), la quiebra de la Hacienda Pública y el empobrecimiento de las masas populares.

Robespierre impuso una sangrienta represión para impedir el fracaso de la Revolución, no dudando en aprobar leyes que recortaban las libertades y simplificaban los trámites procesales en favor de una «justicia» revolucionaria tan expeditiva como arbitraria; completaba el mecanismo represivo un sistema de delación extendido por todo el país mediante 20.000 comités de vigilancia. En 1794 eliminó físicamente a la extrema izquierda (los partidarios de Hébert) y a los revolucionarios moderados (los indulgentes de Danton y Desmoulins), al tiempo que perseguía sin piedad a toda clase de contrarrevolucionarios, monárquicos, aristócratas, clérigos, federalistas, capitalistas, especuladores, rebeldes, traidores y desafectos (hasta 42.000 penas de muerte en un año).




Buscaba así eliminar las disensiones y cohesionar a la población en torno al gobierno revolucionario y al esfuerzo de guerra. Adoptó medidas sociales encaminadas a ganarse el apoyo de las masas populares urbanas, como la congelación de precios y salarios. Quiso recuperar la religión como fundamento espiritual de la moral y del Estado, instaurando por decreto el culto del Ser Supremo y celebrando en su honor una fiesta en la que quemó una estatua que simbolizaba el ateísmo. El éxito obtenido en la batalla de Fleurus (1794), que detuvo el avance de los ejércitos austriacos y prusianos hacia París, culminó la obra de Robespierre poniendo a salvo el régimen revolucionario; pero fue también el inicio de su caída, pues al desaparecer la situación de emergencia resultaban aún más injustificados los excesos del Terror.



Una coalición de diputados de diversas tendencias obtuvo de la Convención el cese y arresto de Robespierre y sus colaboradores en el Comité, en una turbulenta sesión en la que se impidió hablar a los acusados y en la que el propio Robespierre resultó herido. De nada sirvió el conato de insurrección popular que protagonizaron los sans-culottes para salvar a Robespierre. Juzgado por sus propios métodos, fue guillotinado junto con 21 de sus partidarios en la plaza de la Revolución, poniendo fin al Terror y dando paso a un periodo de reacción hacia posiciones moderadas.



Jean-Paul Marat

(Boudry, Francia, 1743-París, 1793) Político francés. Nació en el seno de la humilde familia Mara, de origen sardo, de la que tomó su apellido. Estudió medicina en París y se doctoró en Londres, donde en 1774 publicó en inglés The Chains of Slavery, obra en la que critica a la monarquía ilustrada. De este período datan sus primeros contactos con la francmasonería.





Al estallar la Revolución Francesa aumentó su exaltada propaganda de la misma, lo que le granjeó no pocas amonestaciones y enemistades. La publicación del periódico L'Ami du Peuple, plataforma de sus ideas sobre la libertad de expresión y la condena del Antiguo Régimen, lo llevó a prisión por primera vez.



Como miembro del club de los cordeliers, dirigió fuertes ataques contra el ministro Necker, La Fayette y el rey Luis XVI cuando éste trató de huir de Francia. Sus virulentas críticas le obligaron a exiliarse en Londres en dos ocasiones. Sin embargo, sus ideas y su defensa de los derechos del pueblo lo convirtieron en un personaje muy apreciado y popular.



En 1792 tomó parte en las matanzas de septiembre y fue elegido miembro de la Convención y de la Comuna de París, pero tropezó con la animadversión de los girondinos al incitar al pueblo a usar la fuerza y reclamar la dictadura. Cerró su antiguo periódico para publicar el Journal de la Republique Française, y consiguió los votos necesarios para enviar a Luis XVI a la guillotina.



Durante la crisis de la primavera de 1793, los girondinos consiguieron que la Convención le acusase de incitar al pueblo a la violencia, pero fue declarado inocente. La caída definitiva de los girondinos se produjo el 2 de junio de 1793, pero Marat, enfermo y exhausto tras años de lucha, abandonó la Convención. Poco después, el 13 de julio, fue asesinado por la girondina Charlotte Corday.





Georges- Jacques Danton




Político de la Revolución francesa (Arcis, Aube, 1759 - París, 1794). A partir del estallido de la Revolución en 1789, este joven abogado se erigió como líder de las masas populares de París, con las que conectó gracias a su oratoria llana, su energía desbordante y su carácter vitalista.

Fue uno de los animadores del Club de los Cordeliers, aunque mantenía contacto con el de los Jacobinos. Apenas había entrado en la Administración revolucionaria de París cuando el intento de huida de Luis XVI a  Varennes le hizo apoyar las peticiones de instaurar la República (1791); pero escapó a la represión sobre el movimiento republicano huyendo a Inglaterra y atrayéndose así las primeras acusaciones de inmoralidad.



A su regreso se convirtió en uno de los inspiradores de las jornadas revolucionarias de 1792 que dieron paso al régimen de la Convención; al principio ocupó en dicho régimen un papel político preponderante, teóricamente como ministro de Justicia, pero en la práctica actuando como un verdadero jefe de gobierno. Elegido diputado por París, se alineó con el radical partido de la Montaña, si bien sus ideas le inclinaban más bien a un compromiso con los rivales girondinos.

En 1793 propuso la creación de un sistema de Comités que ejercerían el poder ejecutivo ante la situación de emergencia creada por las amenazas interiores y exteriores contra el régimen revolucionario. Él mismo llegó a presidir el más importante, el Comité de Salvación Pública; sin embargo, tres meses más tarde fue expulsado y sustituido por Robespierre, dando comienzo un periodo de dictadura revolucionaria de los «montañeses».

lunes, 10 de septiembre de 2012

La independencia de Estados Unidos

El 4 de julio de 1776, el Congreso de Filadelfia aprobó la Declaración de Independencia, inspirada en las ideas liberales del británico John Locke (1632-1704) y el francés Montesquieu (1689-1755).

El 4 de julio de 1776




Monarca británico Jorge III

La guerra entre España, Francia y Gran Bretaña por el dominio de América del Norte se resolvió el 10 de febrero de 1763 con la firma del Tratado de París. Los británicos obtuvieron todo el territorio francés al norte de los grandes lagos –que actualmente corresponde a Canadá–, más Luisiana al este del Mississippi, mientras España se adueñó del territorio ubicado al oeste de este río. Además, la corona española cedió a los británicos Florida, a cambio de Cuba y Filipinas. Con esto, Francia quedó sin territorios en América del Norte, salvo por las islas de Saint Pierre y Miquelon frente a la costa meridional de Terranova. También conservó sus posesiones en las Antillas.



Por lo tanto, en 1763, América del Norte estaba dividida entre Gran Bretaña y España.



Las posesiones de ambas naciones estaban separadas por el río Mississippi. Sólo la zona noroccidental seguía siendo una tierra de nadie.



En 1763, en la Norteamérica británica había 1.250.000 blancos y más de 250 mil esclavos, equivalentes al veinte por ciento de la población de Gran Bretaña, aunque el nuevo territorio era mucho más extenso y rico.



La paz de París contribuyó al desarrollo económico de los colonos. En el norte se dedicaron al comercio y en el sur a la agricultura. Esta prosperidad fue generando la aspiración de autogobernarse.



La causa más directa de la independencia fue la política autoritaria y comercialmente restrictiva del monarca británico Jorge III (1738-1820), que cada cierto tiempo determinaba la aplicación de nuevos impuestos.



En 1773, a causa de la aplicación de un gravamen sobre el té, se produjeron graves incidentes en el puerto de Boston. Los colonos, disfrazados de indios pieles rojas, asaltaron y arrojaron al mar el cargamento de té de tres barcos. El rey proclamó estado de excepción, se clausuró el puerto de Boston, se redujo el poder político de Massachusetts y se envío a la metrópoli a los funcionarios responsables del motín, para ser juzgados. Además, se establecieron nuevas medidas para controlar el comercio y la distribución de tierras, lo que dificultó la expansión de los colonos.



Los colonos deciden organizarse



Pese a las restricciones impuestas por la Corona británica, las colonias habían desarrollado gobiernos parlamentarios capaces de organizarse y dirigir movimientos independentistas.



En octubre de 1774, delegados de las trece colonias se reunieron en el I Congreso de Filadelfia. Redactaron una Declaración de derechos y decidieron suspender el comercio con Inglaterra hasta que se eliminaran los impuestos establecidos por Jorge III. Además, se estableció un gobierno de hecho, la Association.



La resistencia armada se inició el 19 de abril de 1775, cuando las fuerzas británicas atacaron los almacenes militares de las tropas independentistas en Concord, Massachusetts. Los colonos vencieron en esa ciudad y en Lexington.



Luego de los enfrentamientos, un II Congreso de Filadelfia acordó su separación de la Corona británica.



En junio, George Washington fue nombrado comandante de las fuerzas insurgentes. Este ejército sitió Boston, que once meses después fue evacuada. Los ingleses trataron de recuperar terreno, pero los independentistas lograron derrotarlos.



El 4 de julio de 1776, el Congreso de Filadelfia aprobó la Declaración de Independencia, inspirada en las ideas liberales del británico John Locke (1632-1704) y el francés Montesquieu (1689-1755). El documento fue redactado por Thomas Jefferson (1743-1826), John Adams y Benjamin Franklin (1706-1790). En esta declaración se formularon por primera vez los derechos del hombre. Después serviría de modelo para la revolución francesa.



Tras el triunfo de Saratoga en 1777, Benjamin Franklin se convirtió en el primer embajador de Estados Unidos en París e inició una campaña a favor de la causa independentista. El conflicto pasó a ser internacional cuando Francia, en 1778, España, en 1779, y los Países Bajos, en 1780, decidieron entrar a la guerra en apoyo de los colonos, con el objeto de debilitar a Gran Bretaña, que siempre había sido su enemigo tradicional. Aunque mantuvo la neutralidad, Catalina II de Rusia también les dio su respaldo.



Las fuerzas de los colonos estaban integradas por el ejército y por milicias carentes de preparación. Estas últimas eran campesinos reclutados por períodos de tres meses. Su flota era muy reducida frente a la de los británicos.



El apoyo francés y español resultó vital para desafiar el poderío naval y el comercio británico. La ayuda francesa en el continente, al mando del marqués de Lafayette, y el programa de instrucción para los combatientes desarrollado por el barón prusiano Friedrich Wilhelm von Steuben, al servicio de Francia, también fueron muy decisivos. España envió su ayuda económica y fuerzas militares.



Las tropas británicas fueron vencidas definitivamente en la batalla de Yorktown en 1781. La paz se firmó en Versalles en 1783. Gran Bretaña reconoció la independencia de sus colonias, que adoptarían el nombre de Estados Unidos de América, y aceptó sus fronteras, limitando al oeste con el río Mississippi, al norte con Canadá –que se mantuvo bajo el dominio británico– y al sur con Florida. Francia recuperó Tobago, Santa Lucía y Senegal, en África. España recobró Florida, algunos territorios de Honduras y, en el Mediterráneo, Menorca.



La organización del nuevo país



El 17 de septiembre de 1787, la Convención Nacional de Filadelfia aprobó la Constitución de Estados Unidos, que estableció una república federal. Además, se puso en práctica la división de poderes en ejecutivo, legislativo y judicial.



El ejecutivo estaba en manos de un presidente elegido cada cuatro años. El primero fue George Washington (1789-1797). El legislativo sería ejercido por un Congreso compuesto por dos cámaras: el Senado y la Cámara de representantes. El poder judicial quedó a cargo de la Corte Suprema, formada por jueces vitalicios, encargados de velar por el respeto a las leyes constitucionales y a los derechos de los ciudadanos.

Orígenes de la revolución norteamericana



Incendio de Charlestown, acaecido en las fases iniciales de la batalla de Bunker Hill, el 17 de junio 1775.

La guerra de los Siete Años (1756-1763) conocida por los norteamericanos como guerras Indias, entre España, Francia y Gran Bretaña, por el dominio de América del Norte, se resolvió el 10 de febrero de 1763 con la firma del Tratado de París. Los británicos obtuvieron todo el territorio francés al norte de los grandes lagos que actualmente corresponde a Canadá, más Luisiana al este del Mississippi, mientras España se adueñó del territorio ubicado al oeste de este río. Además, la corona española cedió a los británicos Florida, a cambio de Cuba y Filipinas.



Con esto, Francia quedó sin territorios en América del Norte, salvo por las islas de Saint Pierre y Miquelon, frente a la costa meridional de Terranova. También conservó sus posesiones en las Antillas.



Por lo tanto, en 1763, América del Norte se hallaba dividida entre Gran Bretaña y España. Las posesiones de ambas naciones estaban separadas por el río Mississippi. Sólo la zona noroccidental seguía siendo tierra de nadie.



Este tratado contribuyó al desarrollo económico de los colonos. En el norte se dedicaron al comercio y en el sur a la agricultura. Pero esta libertad económica no duró mucho, porque las relaciones con Inglaterra empezaron a deteriorarse. Esto se debió a la política autoritaria y comercialmente restrictiva del monarca británico Jorge III (1738-1820), que cada cierto tiempo determinaba la aplicación de nuevos impuestos a mercancías a las cuales los norteamericanos daban mucha importancia, como la melaza, con la que producían el ron. También el impuesto al timbre, con el cual las actas públicas, los documentos notariales y los contratos comerciales quedaban sometidos a ese nuevo gravamen. En estas circunstancias, los colonos se sintieron seriamente amenazados en sus libertades. Celosos de su propia autonomía, los ciudadanos de las colonias protestaron enérgicamente.



El 10 de mayo de 1773 se produjeron graves incidentes en el puerto de Boston, debido a la desesperación de los americanos por la decisión del gobierno británico de aplicar un gravamen a la importación de té. La Compañía de las Indias Orientales solicitó y obtuvo de los ingleses el monopolio de la venta de té en las colonias de América. Para el espíritu de los colonos, la decisión de Londres era inaceptable y contra esa ley del té actuaron de diferentes maneras, sobre todo boicoteando el producto inglés. El radical Samuel Adams preparó junto con otros compatriotas, el día 16 de diciembre de 1773, el famoso incidente del té de Boston; disfrazados de indios pieles rojas, asaltaron y arrojaron al mar el cargamento de tres barcos de la compañía: 343 cajas valoradas en 10.000 libras. El rey Jorge III proclamó estado de excepción, clausuró el puerto de Boston, redujo el poder político de Massachusetts y envió a la metrópoli a los funcionarios responsables del motín, para ser juzgados.

La Declaración de la Independencia



El 4 de julio de 1776, el Congreso de Filadelfia aprobó la Declaración de Independencia.

El 4 de julio de 1776, en el Congreso de Filadelfia, los representantes de las trece colonias firmaron la Declaración de Independencia, en la que asumían el nombre de Estados Unidos de América, inspirado en las ideas liberales del británico John Locke (1632-1704) y el francés Charles de Secondat, (1689-1755), barón de Montesquieu . El documento fue redactado por Thomas Jefferson (1743-1826) abogado de Virginia, quien con posterioridad se convirtió en el tercer Presidente de los Estados Unidos, John Adams y Benjamín Franklin (1706-1790).



En la declaración —aparte de las acusaciones vertidas contra el rey Jorge III y su gobierno— se consigna uno de los principios más revolucionarios jamás escrito anteriormente: “todos los hombres han sido creados iguales”. Y estos hombres, “recibieron de su Creador ciertos derechos inalienables, entre los cuales están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad; así, para asegurar esos derechos, se han instituido los gobiernos entre los hombres, derivándose sus justos poderes del consentimiento de los gobernados; de tal manera que si cualquier forma de gobierno se hace destructiva para esos fines, es un derecho del pueblo alterarlo o abolirlo, e instituir un nuevo gobierno, basando su formación en tales principios y organizando sus poderes de la mejor forma que a su juicio pueda lograr su seguridad y felicidad”. Después, este modelo serviría para la Revolución Francesa.

La lucha independentista



El ejército británico fue derrotado en la batalla de Yorktown.

En agosto de 1776, George Washington tuvo que abandonar la ciudad de Nueva York, que permanecería en poder de los ingleses hasta el final de la guerra. Se retiró a través del río Delaware, pero ese mismo invierno volvió a cruzar y obtuvo dos victorias decisivas: las de Trenton Bridge y Princetown.



Tras el triunfo en Saratoga, el 17 de octubre de 1777, Benjamín Franklin se convirtió en el primer embajador de Estados Unidos e inició en París una campaña a favor de la causa independentista, despertando profundas simpatías en Europa. Debido a esto, el conflicto pasó a ser internacional cuando Francia, en 1778, España, en 1779, y los Países Bajos, en 1780, decidieron entrar a la guerra en apoyo de los colonos, con el objeto de debilitar a Gran Bretaña, que había sido su enemigo tradicional.



Los colonos habían desarrollado sus campañas sobre todo en tierra. Sus fuerzas estaban integradas por el ejército y por milicias, que carecían de preparación, ya que eran campesinos reclutados por períodos de tres meses. Su flota era muy reducida frente a la de los británicos.



El apoyo francés y español resultó vital para desafiar el poderío naval y el comercio británico. La ayuda francesa en el continente, al mando de Marie Joseph Motier, marqués de La Fayette, y el programa de instrucción para los combatientes desarrollado por el barón prusiano Friedrich Wilhelm von Steuben, al servicio de Francia, también fueron muy decisivos. España envió su ayuda económica y a un ejército capitaneado por Bernardo de Gálvez, que reconquistó Florida en 1781.



La guerra duró seis años, hasta que las tropas británicas comandadas por Charles Cornwallis fueron vencidas en la batalla de Yorktown, en octubre de 1781. De ahí en adelante comenzaron los preparativos para la paz, la que llegó el 3 de septiembre de 1783, con la firma en Versalles del Tratado de París, donde Gran Bretaña reconoció formalmente la existencia de Estados Unidos y aceptó sus fronteras: al oeste con el río Mississippi, al norte con Canadá —que se mantuvo bajo el dominio británico— y al sur con Florida. Francia recuperó Tobago, Santa Lucía y Senegal, en África. España recobró Florida, algunos territorios de Honduras y, en el Mediterráneo, Menorca.

La perspectiva del nuevo país



George Washington

El 17 de septiembre de 1787, la Convención Nacional de Filadelfia aprobó la Constitución de Estados Unidos, que organizó al nuevo país como una república federal, en la que cada estado conservó sus instituciones. Además, se puso en práctica la división de poderes en Ejecutivo, Legislativo y Judicial.



El Ejecutivo estaba en manos de un Presidente elegido cada cuatro años.

El primer presidente fue George Washington (1789-1797).



El Legislativo sería ejercido por un Congreso compuesto por dos cámaras: el Senado y la Cámara de Representantes.



El Poder Judicial quedó a cargo de la Corte Suprema, formada por jueces vitalicios, encargados de velar por el respeto a las leyes constitucionales y los derechos de los ciudadanos.



Desde ese momento, los aspectos comerciales e industriales fueron favorables. Era la premisa para la gloriosa epopeya de los pioneros de esta nueva nación

Napoleón Bonaparte

Nació el 15 de agosto de 1769, en Ajaccio (Córcega). Era el segundo hijo de Carlos Bonaparte y Letizia Ramolino, ambos miembros de la pequeña burguesía corso-italiana.



En 1779 cursó estudios militares en Francia y a los 17 años se graduó como teniente. Tras el estallido de la Revolución Francesa (1789) se unió al sector más extremista (los jacobinos) y fue nombrado teniente de la recién creada guardia nacional.

Logró aplacar una sublevación contrarrevolucionaria apoyada por los ingleses en Toulon (1793), acción que le valió el nombramiento como general de brigada y su destinación a Italia. Aquí combatió a los austríacos y logró aplastantes victorias en Lodi (1796), Arcole y Rívoli (1797), las cuales pusieron fin a la Primera Coalición, alianza en su contra formada por Austria, Prusia, Gran Bretaña, España, los Países Bajos y el reino de Cerdeña.

Entre el ejército y la política

Napoleón marchó con sus tropas hacia Viena, cuyo gobierno aceptó firmar la paz, la cual quedó sellada en el Tratado de Campo Formio.

En marzo de 1796 se casó con Josefina Tascher de la Pagerie, viuda del vizconde de Beauharnais.


En 1798, se le asignó el mando de una expedición que tenía como objetivo conquistar Egipto, para cortar la ruta británica hacia la India. En estas tierras triunfó en la batalla de Las Pirámides, pero cayó derrotado por el almirante Horacio Nelson, quien lo deja aislado.


Entre tanto, en Europa, el Sacro Imperio Romano, Rusia, Nápoles y Portugal se habían aliado con Gran Bretaña para formar la Segunda Coalición.


Napoleón volvió a Francia y se unió a una conspiración contra el Directorio (gobierno de la época), al que logró derrocar en un golpe de Estado (9 y 10 de noviembre de 1799). Poco después se hizo nombrar Primer Cónsul, disponiendo de amplios poderes con los que reorganizó el Estado francés.


Francia perdió algunos territorios conquistados a los austríacos en el norte de Italia, pero Napoleón logró imponerse en la batalla de Marengo (1800).

Apogeo y caída del imperio napoleónico

Aprovechando su popularidad, se hizo nombrar Cónsul vitalicio en 1802 y, dos años más tarde, se autoproclamó Emperador, en una ceremonia presidida por el papa Pío VII, en la catedral de Notre Dame.

En 1805, Napoléon trazó planes para invadir Gran Bretaña, pero fue derrotado en la Batalla de Trafalgar (1805). Ese mismo año se encontró frente a una Tercera Coalición formada por Gran Bretaña, Austria, Rusia, Suecia y Nápoles, la que derrotó en la batalla de Austerlitz.

En julio de 1806 se creó la Confederación del Rin, alianza militar entre Francia y 16 estados alemanes. Por su parte, Prusia y Rusia forjaron la Cuarta Coalición, la que Bonaparte derrotó en las batallas de Jena y Auerstädt, en 1806, y Friedland, en 1807. El zar ruso Alejandro I firmó con el emperador francés el Tratado de Tilsit, que era un acuerdo global por el que ambos imponían su hegemonía sobre el resto de Europa.

Bonaparte instauró el Sistema Continental con los países que gobernaba y sus aliados y decretó el bloqueo comercial contra los ingleses. Con la excusa de invadir Portugal (1807), ligado a los ingleses, Francia se apoderó también de España (1808).


Una Quinta Coalición, sostenida por Austria y Gran Bretaña, fue liquidada en la batalla de Wagram (5 y 6 de julio de 1809).


En 1810 se divorció de su esposa Josefina y se casó con la archiduquesa María Luisa de Austria, quien le daría el esperado heredero, Napoleón II.


Entre 1812-1813, Bonaparte emprendió una campaña sobre Rusia, que luego de victorias iniciales terminó con la retirada de sus diezmadas tropas. Tras este fracaso, varios estados europeos se unieron en la Sexta Alianza para combatir a Napoleón, el cual sucumbió en Leipzig (1813).

Gobierno de los cien días


El 6 de abril de 1814, Napoleón abdicó y fue desterrado a la isla de Elba, cerca de la costa italiana. En marzo de 1815, se escapó y tras colocar de su parte a las tropas enviadas para capturarle, marchó hacia París. Establecido en la capital, promulgó una nueva Constitución y se tomó el poder, en lo que se conoció como Gobierno de los cien días. Las tropas británicas y prusianas, al mando del duque de Wellington, lo vencieron en la batalla de Waterloo, el 18 de junio de 1815. Napoléon fue desterrado a la isla atlántica de Santa Elena, en donde murió confinado el 5 de mayo de 1821.

¿Que celebramos el 18 de septiembre?

Celebramos La formación de la primera junta de gobierno, formada un 18 de septiembre de 1810. Con este hecho se da inicio al proceso que llevará a nuestro país a lograr su independencia del dominio español.








Los antecedentes que dan inicio a este proceso serán, en primer lugar, la captura del rey de España por Napoleón Bonaparte, esto propicio para que las provincias americanas comenzaran a buscar mayor libertad de la metrópolis española tratando de organizarse como gobiernos locales administrados por personas nacidas en los países americanos.







El otro antecedente importante es la entrada de todas las ideas liberales representadas en dos hechos destacados, la revolución francesa y todos sus ideales liberales concretados con la independencia de los Estados Unidos; esto llevó a muchos de nuestros jóvenes patriotas que estudiaban en Europa, a estar en directo contacto con todas las ideas liberales, y buscando, a su regreso, aplicarlas en Chile para lograr su independencia.







Todos estos movimientos patriotas de emancipación tuvieron sus frutos con la renuncia del Gobernador español Francisco Antonio García Carrasco, por problemas en su administración y principalmente por el destierro de personajes chilenos destacados hacia el Perú, todos estos problemas le trajeron la desaprobación del pueblo que pedía la salida de la autoridad.







La salida de este personaje propició que en su reemplazo se eligiera a un personaje notable, a Don Mateo de Toro y Zambrano, el Conde de la Conquista, quien rápidamente llamó a un “Cabildo Abierto” de vecinos ilustres, a la que también asistieron personas del pueblo, en la cual se decidió por mayoría que se conformara una junta de gobierno provisional que guiara al país en la búsqueda del conocimiento y experiencia para formar una república.







Con este significativo hecho se da inicio al proceso de independencia de Chile, es por ello que celebramos todos los 18 de septiembre en recuerdo a la primera luz de libertad de nuestro país.




jueves, 6 de septiembre de 2012

Cuestionario 7º Años

 Contenidos: Independencia de la 13 colonias americanas – Revolución Francesa.


1.- ¿Cuál es la importancia de la Guerra de los Siete años?

2.-Explica tres causa del proceso de independencia americano.

3.- ¿Quiénes son los hijos de la libertad y cuál es su importancia?

4.- ¿Qué fue la fiesta del té (Boston Tea Party)?

5.- Confecciona un cuadro resumen de los congresos continentales y sus medidas.

6.- Explica cuatro consecuencias del proceso de independencia americano.

7.- Explique las características de los tres estamentos

8.- Explique las causas políticas de la Revolución Francesa.

9.- Explique las causas económicas de la Revolución Francesa.

10.- Explique las causas sociales de la Revolución Francesa.

11.-Explique la influencia de las ideas ilustradas en los procesos revolucionarios: a) Independencia de Estados Unidos b) Revolución Francesa.

12.-Explique la diferencia de las siguientes asambleas: a) Asamblea de Notables b) Estados Generales.

13.- ¿Cuál es la importancia de la Declaración de los Derechos del hombre y del ciudadano?

14.- Explique las diferencias entre el Gran Miedo y el periodo del Terror.

15.- ¿Qué simbolizo la Toma de la Bastilla?

16.- Explique el rol de Napoleón y su importancia en este proceso.

17.- Nombra y explica las obras de Napoleón Bonaparte.

18.-Explique las consecuencias de la Revolución Francesa.

miércoles, 5 de septiembre de 2012

NAPOLEÓN BONAPARTE

Emperador de los franceses, fue uno de los militares más brillantes de todos los tiempos y un estadista cuya influencia marcó cambios profundos en Europa.

Nació el 15 de agosto de 1769, en Ajaccio (Córcega). Era el segundo hijo de Carlos Bonaparte y Letizia Ramolino, ambos miembros de la pequeña burguesía corso-italiana.



En 1779 cursó estudios militares en Francia y a los 17 años se graduó como teniente. Tras el estallido de la Revolución Francesa (1789) se unió al sector más extremista (los jacobinos) y fue nombrado teniente de la recién creada guardia nacional.


Logró aplacar una sublevación contrarrevolucionaria apoyada por los ingleses en Toulon (1793), acción que le valió el nombramiento como general de brigada y su destinación a Italia. Aquí combatió a los austríacos y logró aplastantes victorias en Lodi (1796), Arcole y Rívoli (1797), las cuales pusieron fin a la Primera Coalición, alianza en su contra formada por Austria, Prusia, Gran Bretaña, España, los Países Bajos y el reino de Cerdeña.

Entre el ejército y la política

Napoleón marchó con sus tropas hacia Viena, cuyo gobierno aceptó firmar la paz, la cual quedó sellada en el Tratado de Campo Formio.


En marzo de 1796 se casó con Josefina Tascher de la Pagerie, viuda del vizconde de Beauharnais.

En 1798, se le asignó el mando de una expedición que tenía como objetivo conquistar Egipto, para cortar la ruta británica hacia la India. En estas tierras triunfó en la batalla de Las Pirámides, pero cayó derrotado por el almirante Horacio Nelson, quien lo deja aislado.

Entre tanto, en Europa, el Sacro Imperio Romano, Rusia, Nápoles y Portugal se habían aliado con Gran Bretaña para formar la Segunda Coalición.

Napoleón volvió a Francia y se unió a una conspiración contra el Directorio (gobierno de la época), al que logró derrocar en un golpe de Estado (9 y 10 de noviembre de 1799). Poco después se hizo nombrar Primer Cónsul, disponiendo de amplios poderes con los que reorganizó el Estado francés.

Francia perdió algunos territorios conquistados a los austríacos en el norte de Italia, pero Napoleón logró imponerse en la batalla de Marengo (1800).


Apogeo y caída del imperio napoleónico

Aprovechando su popularidad, se hizo nombrar Cónsul vitalicio en 1802 y, dos años más tarde, se autoproclamó Emperador, en una ceremonia presidida por el papa Pío VII, en la catedral de Notre Dame.

En 1805, Napoléon trazó planes para invadir Gran Bretaña, pero fue derrotado en la Batalla de Trafalgar (1805). Ese mismo año se encontró frente a una Tercera Coalición formada por Gran Bretaña, Austria, Rusia, Suecia y Nápoles, la que derrotó en la batalla de Austerlitz.

En julio de 1806 se creó la Confederación del Rin, alianza militar entre Francia y 16 estados alemanes. Por su parte, Prusia y Rusia forjaron la Cuarta Coalición, la que Bonaparte derrotó en las batallas de Jena y Auerstädt, en 1806, y Friedland, en 1807. El zar ruso Alejandro I firmó con el emperador francés el Tratado de Tilsit, que era un acuerdo global por el que ambos imponían su hegemonía sobre el resto de Europa.

Bonaparte instauró el Sistema Continental con los países que gobernaba y sus aliados y decretó el bloqueo comercial contra los ingleses. Con la excusa de invadir Portugal (1807), ligado a los ingleses, Francia se apoderó también de España (1808).


Una Quinta Coalición, sostenida por Austria y Gran Bretaña, fue liquidada en la batalla de Wagram (5 y 6 de julio de 1809).

En 1810 se divorció de su esposa Josefina y se casó con la archiduquesa María Luisa de Austria, quien le daría el esperado heredero, Napoleón II.

Entre 1812-1813, Bonaparte emprendió una campaña sobre Rusia, que luego de victorias iniciales terminó con la retirada de sus diezmadas tropas. Tras este fracaso, varios estados europeos se unieron en la Sexta Alianza para combatir a Napoleón, el cual sucumbió en Leipzig (1813).

Gobierno de los cien días

El 6 de abril de 1814, Napoleón abdicó y fue desterrado a la isla de Elba, cerca de la costa italiana. En marzo de 1815, se escapó y tras colocar de su parte a las tropas enviadas para capturarle, marchó hacia París. Establecido en la capital, promulgó una nueva Constitución y se tomó el poder, en lo que se conoció como Gobierno de los cien días. Las tropas británicas y prusianas, al mando del duque de Wellington, lo vencieron en la batalla de Waterloo, el 18 de junio de 1815. Napoléon fue desterrado a la isla atlántica de Santa Elena, en donde murió confinado el 5 de mayo de 1821.

Revolución Francesa (1789-1794)

La Revolución Francesa (1789-1794) es una etapa clave en la historia de la humanidad, ya que derriba el sistema absolutista e impone los derechos de los ciudadanos: igualdad, libertad y fraternidad.

La revolución francesa


En Francia el poder del rey era dado por derecho divino y estaba centralizado en su persona, debido al sistema político de gobierno de monarquía absoluta que regía.

La sociedad se distribuía en tres clases: el clero, la nobleza y el estado llano. Las dos primeras eran privilegiadas y la tercera, la mayoría de la nación, incluía a campesinos, artesanos, obreros, burgueses y otros, quienes soportaban casi todas las cargas del Estado, entre ellas, pagar los impuestos, de los cuales estaban exentos el clero y la nobleza. Solo la burguesía tenía una posición mejor, ya que se había enriquecido mucho durante el siglo XVIII, pero aun así quería cambios radicales.

Sin embargo, el resto del estado llano sufría miseria y hambre. En París, de 650.000 habitantes, 119.000 eran indigentes, un ejército dispuesto a un motín para mejorar su pésima condición.

Por otra parte, el alto clero (obispos y abades) disponía de una enorme fortuna y la gran nobleza de cuantiosas rentas otorgadas por el rey.

La caída del Rey

Sesión de los Estados Generales. La nobleza se ubica a la izquierda del trono, el clero a la derecha y el tercer estado al frente.

Debido a la gravísima crisis económica de Francia, profundizada por el apoyo que dio a la independencia de Estados Unidos, Luis XVI se vio obligado a convocar a los tres estamentos de la sociedad o Estados Generales, en 1789, reuniéndose en febrero de ese año. En total eran cerca de 1.200 diputados, 578 de los cuales pertenecían al estado llano, ya que el rey había decidido incrementar su número.


Los estamentos solicitaron al soberano redactar una Constitución que definiera los derechos del rey y de la nación, otorgando ciertas libertades e igualdad frente a los impuestos. Como este no se pronunció al respecto, el 17 de junio se constituyó la Asamblea Nacional, al considerar los delegados del estado llano que representaban, por lo menos, al 96 por ciento de la nación. La Asamblea decretó que no podía percibirse ningún nuevo impuesto sin su consentimiento, en lo que fue el primer acto revolucionario y el primer fracaso del poder real.


Luis XVI, influenciado por la corte y su esposa, María Antonieta, que odiaba a los reformistas, cerró el lugar de sesiones de la asamblea. Sin embargo, los diputados se reunieron en una sala de juego de pelota cercana y decidieron no separarse hasta dejar establecida la Constitución, en lo que se conoce como El juramento del juego de pelota. A los representantes del estado llano se les unieron, aunque por orden del rey, el clero y la nobleza, y el 9 de julio se formó la Asamblea Constituyente, poniendo fin a la monarquía absoluta.

Toma de la Bastilla

Luego de cuatro horas de combate, durante las cuales los asaltantes tuvieron 200 bajas, entre muertos y heridos, la Bastilla cayó.

Luis XVI quiso recuperar el poder por la fuerza, pero el 14 de julio de 1789 todo el furor popular finalmente estalló y se dirigió contra la fortaleza de la Bastilla, que era prisión de Estado y cuyos cañones apuntaban a París. Luego de algunas horas de lucha, la fortificación cayó. La milicia parisiense quedaba en manos del marqués de Lafayette, quien había combatido por la independencia de Estados Unidos. Luego, la asamblea suprimió los privilegios señoriales el 4 de agosto.

Con posterioridad, el 27 del mismo mes se aprobó la Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano, cuyos postulados fueron: el imperio de la ley, la igualdad y la libertad de los hombres y la soberanía nacional. Además, se adoptaron las consignas: libertad, igualdad y fraternidad.

La Constitución ve la luz

Como una forma de generar recursos económicos, la Asamblea puso los bienes de la Iglesia bajo su dominio y subordinó el clero al Estado. Estas decisiones recibieron la condena del Papa y motivaron a Luis XVI, profundamente religioso, a escapar junto a su familia en junio de 1791 para después reconquistar el poder por las armas. Sin embargo, fue apresado y conducido de regreso a París, al palacio de las Tullerías, con la suspensión temporal de sus poderes.

Mientras tanto, el 3 de septiembre de 1791, la Asamblea aprobó la Constitución de Francia, mediante la cual se transformó la monarquía absoluta en parlamentaria. La ahora Asamblea Legislativa, con 745 escaños, quedó formada solo por burgueses: 260 partidarios de la monarquía constitucional, 140 opositores y el resto a favor de la revolución, pero no con una forma determinada de gobierno.

Revolución violenta

Los revolucionarios, liderados por los jacobinos Maximiliano de Robespierre, Georges-Jacques Danton y Jean Paul Marat, querían eliminar definitivamente al rey y, apoyados por los hebertistas, seguidores de Jacques-René Hébert, caudillo de las masas populares conocidas como sans-culottes (descamisados), asaltaron el palacio de las Tullerías. Luego se proclamó el gobierno popular en París, llamado la Comuna, y el 20 de septiembre se estableció la Convención Nacional.

La primera medida de la Convención fue abolir la monarquía e instaurar la república, pero esta nació con divisiones: los girondinos (o la derecha) representaban a la gran burguesía; los jacobinos o montañeses (la izquierda), se apoyaban en la pequeña burguesía y los sans-culottes; en el centro estaba el pantano o llanura, que era la mayoría.

Cuando se decapitó a Luis XVI y a su esposa, debido a su resistencia contra la revolución, la Convención se quebró más aún entre los que eran acusados de antirrevolucionarios y otros de regicidas (asesinos de reyes). Para proteger la revolución se creó el Comité de Salvación Pública y se suspendió la constitución de octubre de 1793, lo que significó el inicio del periodo conocido como del terror.

Se formaron tribunales populares y se persiguió y ejecutó a aristócratas, monárquicos y contrarrevolucionarios; pero también a muchos adeptos a la revolución, entre ellos girondinos e, incluso, integrantes de la Convención. En marzo de 1794, Robespierre mandó a la guillotina a los elementos más radicales de la Comuna de París, además de los jacobinos moderados, entre ellos a Dantón. Sin embargo, el propio Robespierre fue ejecutado, el 9 de termidor, según el calendario revolucionario (27 de julio de 1794). Esto permitió a la Convención proclamar la Constitución del año III, en la que se separaban los poderes legislativo y ejecutivo.

El Directorio

Una vez que Napoleón se tomó Portugal, creyó que era posible hacer lo mismo con España.

El poder legislativo quedó dividido en dos cámaras: la bajao Consejo de los Quinientosy la alta o Consejo de Ancianos, que en sesiones extraordinarias elegían a los cinco integrantes del Directorio, en quienes recaía el poder ejecutivo.

El Directorio continuó la lucha contra los monárquicos y radicales, apoyado en el ejército en que comenzaba a destacarse Napoleón Bonaparte por sus dotes de mando y genio militar.

A pesar de que en la guerra –dirigida ahora por Napoleón– contra los Estados europeos se habían logrado algunos avances, Francia sufrió una serie de derrotas a manos de la alianza formada por Inglaterra, Austria y Rusia. Esta situación, unida a la inestabilidad política, llevaron a Bonaparte a dar un golpe de Estado el 18 de brumario (9 de noviembre de 1799) para instalar un gobierno fuerte, reemplazando el Directorio por un Consulado formado por tres personas, consolidando de esta manera a la burguesía como clase dominante y terminando, definitivamente, con el periodo de la revolución.

El imperio de Napoleón

Napoleón, vestido para la coronación como emperador. El Papa VII bendijo los adornos tradicionales, pero Napoleón se corona a sí mismo.

Napoleón disolvió los poderes legislativo y ejecutivo y fue proclamado primero entre los tres cónsules. Luego legitimó su liderazgo con la Constitución de 1799, que centralizaba el poder en el primer cónsul.

Durante el Consulado se reformaron las finanzas, se estabilizó la moneda y se creó el Banco de Francia. Se restablecieron las relaciones con el Papado y se promulgó el Código Civil, base del ordenamiento legal de muchos países en la actualidad.

El poder de Bonaparte (también conocido como el Corso, por haber nacido en la isla de Córcega) se acrecentó cuando se autoproclamó emperador en 1804.

Con el apoyo de la armada de España, Napoleón intentó invadir Inglaterra, pero en 1805 la flota franco-española fue derrotada en la batalla de Trafalgar por el almirante británico Horatio Nelson. Sin embargo, en tierra y en ese mismo año, el emperador francés venció a una coalición formada por el Reino Unido, Austria, Rusia, Suecia y el reino de Nápoles, en Austerlitz. Luego de triunfar sobre Prusia, Napoleón se repartió Europa oriental con el zar Alejandro I, de Rusia.

Como Portugal no respetó el bloqueo económico impuesto por el Corso a los ingleses, este invadió ese país. Para hacerlo atravesó España, con la autorización de sus soberanos, aprovechando también de apoderarse de esa nación e instalando en el trono a su hermano José, que ya era rey de Nápoles. Pero los españoles, ayudados por los ingleses, se sublevaron en 1808 y con su persistente rebelión desgastaron las tropas enviadas por Bonaparte para controlar la situación.

El ocaso del Corso

En 1812 Napoleón, junto a un gran ejército, compuesto por casi medio millón de hombres, invadió Rusia. Luego de la batalla de Borodino, las fuerzas francesas ingresaron a Moscú. Sin embargo, debieron retirarse, ya que la ciudad fue incendiada por sus propios habitantes. El terrible invierno ruso, más las acciones bélicas, prácticamente exterminaron a las milicias francesas, regresando solo 10.000 hombres a su país. Este hecho marcó el comienzo de la caída del emperador.

Napoleón seguía empecinado en conquistar totalmente Europa, pero esta ambición ya no era tolerada por los franceses, cansados de más de veinte años de guerras. Además, ahora encontraba una resistencia patriótica de parte de las naciones subyugadas, lo que hacía más difícil su dominio.

En 1813 perdió la batalla de Leipzig, lo que motivó a Austria a reconquistar Italia. Asimismo, los ejércitos napoleónicos debieron dejar España y en 1814 las potencias aliadas entraron a París. Napoleón fue desterrado a la isla de Elba, frente a la costa italiana, mientras asumía el trono Luis XVIII, hermano del decapitado Luis XVI.

Sin embargo, en 1815 Napoleón consigue escapar y regresar a Francia, donde fue recibido como héroe, para luego triunfar en Ligny (Bélgica) frente a las fuerzas aliadas. Pero luego fue derrotado en la batalla de Waterloo, en ese mismo país, el 18 de julio, por el británico Arturo Wellesley, duque de Wellington. Fue nuevamente exiliado, pero esta vez a la isla de Santa Elena, en medio del océano Atlántico, donde falleció en 1821.




La Unidad italiana

(Guy Palmade. La época de la burguesía, Ed. Historia Universal Siglo XXI, Vol. 27. Madrid, 1976, pp. 241247)



Entre 1850 y 1860 Francia y Alemania tienen cada una 36 millones de habitantes, el Reino Unido 38 e Italia 25. Italia podría ser una gran potencia europea, pero no lo es, como tampoco lo es Alemania. Políticamente está fragmentada, y en parte sometida a la tutela de Austria. Económicamente es una frontera de la Europa occidental capitalista e industrial, igual que Austria y Alemania, un espacio disputado e inseguro. La unidad italiana y la unidad alemana enfrentan a estos tres países en los dos únicos grandes conflictos armados europeos del siglo XIX. En ambos casos Francia, que quiere y cree ser la primera potencia continental, toma parte en el conflicto. Desde varios aspectos hay que relacionar, pues, el fenómeno de la unidad italiana con el movimiento general que conmueve a la Europa occidental.



Así como, desde un cierto punto de vista, el liberalismo político aplica los principios enunciados por la Revolución francesa de 1789, porque en definitiva la burguesía es lo bastante fuerte para imponerse, la unidad italiana puede ser considerada como la última onda de esa Revolución a escala europea, ya que Napoleón III realiza lo que había sido esbozado por Napoleón I. Porque no es sino la Revolución francesa de 1789 lo que da a Italia «la idea fuerza de nación, comunidad de ciudadanos cimentada por el vínculo contractual y la conciencia cívica, es aquélla la que da origen a la idea unitaria con las primeras realizaciones, calcadas del arquetipo francés y conformes al nuevo derecho derivado de los principios de 1789». Esta unidad beneficia a la Italia del norte, la única que está integrada en el espacio económico industrial de Europa. Su artífice principal, Cavour, es un político liberal de horizontes europeos, que en ningún momento de su vida ha puesto sus pies en Venecia ni en Roma ni en Nápoles. Finalmente, así como el liberalismo belga, holandés y francés es anticlerical, la unidad italiana se hace contra el Papa, quien pierde sus Estados y se retira por más de medio siglo al Vaticano, considerándose prisionero del nuevo reino.





J. R. Juliá. Atlas de historia universal, Barcelona 2000. Vol. II, p. 87



A principios del siglo XIX los diplomáticos del Congreso de Viena podían estimar, empleando las famosas palabras de Metternich, que Italia era una expresión «geográfica». Después de las Revoluciones de 1848, pese a su fracaso y al mantenimiento de la división política, no se puede ya dudar del vigor del sentimiento nacional. En Custoza en 1848 y en Novara en 1849 los patriotas italianos han sido derrotados por un ejército extranjero, al querer librar solos la batalla. El juego de las grandes potencias, por la intervención de Francia y la complicidad benévola de Inglaterra, debe realizar lo que no pudo obtenerse en 1848: fracaso de las Revoluciones de 1848, triunfo a largo plazo de sus ideas. pero por medios indirectos, menos románticos.



En 1849 se restablece el orden, los príncipes recuperan sus Estados y suprimen las constituciones liberales otorgadas por breve tiempo. La Lombardía, austriaca, permanece en estado de sitio hasta 1856. Guarniciones austriacas ocupan las Legaciones (Estados Pontificios), la Toscana, los ducados de Parma y Módena. En Nápoles, Fernando II instaura un régimen policiaco que lleva a cabe una auténtica caza de brujas. Sólo el reino del Piamonte escapa a la reacción. El nuevo rey Víctor Manuel II, subido al trono tras la abdicación de Carlos Alberto, anuncia el 27 de marzo de 1849 que conservará el Estatuto, frenando así un principio de campaña antimonárquica. En mayo, Massimo d'Azeglio toma el mando de un ministerio de bienestar: aristócrata de temperamento artístico e indolente, lúcido, aplica lealmente la constitución. El 11 de octubre de 1850 hace entrar en el gobierno como ministro de Agricultura y Comercio a un diputado del centroderecha, Camillo Benso, conde de Cavour. Paulatinamente, gracias a su actividad, su energía y su impaciencia, Cavour se impone como verdadero jefe del gabinete y se transforma en presidente del Consejo en mayo de 1852, apoyado por una mayoría parlamentaria de coalición que nace de la unión del centroderecha y del centroizquierda.



Nacido en 1810, Cavour es hijo menor de Michele, que había dado su adhesión al régimen napoleónico y había especulado con los bienes nacionales. Su abuela materna, Filippina de Sales, pertenece a la nobleza de Saboya. Su madre, Adéle de Sellon, es descendiente del patriciado calvinista de Ginebra. Por su matrimonio es sobrino político de un gran aristócrata francés, el duque de Clermont Tonnerre. Su lengua materna es el francés. En cuanto a ideas, sus compatriotas le reprochan ser inglés. Liberal, es expulsado en 1826 de su cargo de paje del rey, y manifiesta su admiración por la Revolución francesa de 1830, lo que le obliga a abandonar el ejército. Durante los años siguientes, Cavour revaloriza una gran zona arrocera de la llanura del Po, drena los suelos, introduce los abonos químicos y las primeras máquinas, especula con los ferrocarriles en la Bolsa, participa en la creación del Banco de Turín en 1847, invierte en las fábricas de harina y de fertilizantes y escribe artículos sobre la libertad de comercio y ferrocarriles, pero viaja también por Suiza, Francia, Bélgica e Inglaterra. Por su amplitud de miras y sus experiencias, es uno de los pocos liberales que ve claramente que «las exigencias del progreso político y económico son idénticas».



En el reino de Piamonte-Cerdeña, un pequeño Estado de 5 millones de habitantes, él es quien gobierna desde el centro, siendo criticado tanto por la derecha conservadora y católica como por la extrema izquierda radical, y se propone como tarea la modernización de las estructuras económicas y políticas del país. El balance administrativo es impresionante: nuevos códigos, nuevas reglamentaciones, reorganización del cuerpo de funcionarios. En el campo económico, por no disponer sobre el propio terreno de un ahorro suficiente y disponible para ser invertido en las empresas industriales, Cavour recurre a capitales extranjeros maniobrando con agilidad entre los grandes bancos franceses e ingleses y favoreciendo el desarrollo del puerto de Génova, primer puerto italiano. En diez años se duplica el volumen de los bienes de consumo, y el Piamonte se dota de la mayor red de ferrocarriles de la península, abre numerosos canales por todo su territorio y firma tratados de libre cambio con los grandes países. En 1860 el Piamonte posee la mitad del capital social del conjunto de las sociedades industriales y comerciales italianas. Cavour tropieza por otra parte con dificultades financieras a causa del desequilibrio de los presupuestos, cubierto mediante empréstitos, y con dificultades de orden político a causa de las medidas anticlericales, la supresión de las órdenes religiosas puramente contemplativas y la confiscación de sus bienes por el Estado... En el campo diplomático y militar, el ejército es reestructurado y dotado del material más moderno, la marina de guerra es desarrollada, pero lo que es más importante, Cavour logra alinear al Piamonte en el campo liberal, al lado de Inglaterra y de la Francia de Napoleón III, quien intenta romper con el bloque conservador que forman Prusia, Austria y Rusia. Al no decidirse Austria a unirse a franceses e ingleses, cuyas operaciones se hacen interminables en Crimea, Cavour entra en el conflicto en 1855 al lado de Francia e Inglaterra contra Rusia, tras desbaratar las intrigas de la derecha católica austrófila, con el tiempo justo para participar en el Congreso de París (1856). Ha de acudir personalmente a París para forzar las puertas de la conferencia, intriga entre franceses e ingleses y por fin logra intervenir. Su intervención queda resumida en un memorándum que consta en las actas del Congreso: aduce que, por culpa de Austria, Italia se encuentra en una situación prerrevolucionaria, y que el interés de las grandes potencias consiste en ayudar al Piamonte antes de que sea demasiado tarde. En realidad, habiendo fracasado todas las sediciones y complots, principalmente en Mantua, Milán, Venecia, Parma, Sicilia y Toscana, la mayoría de los patriotas respaldan el programa moderado de Cavour. Daniele Manin, abogado republicano exiliado en París, subordina su adhesión a la voluntad de los participantes en el Congreso de construir una nación italiana. Por otra parte, Turín acoge a muchos exiliados procedentes de otros Estados italianos, los futuros dirigentes de la Italia de la segunda mitad del siglo: en el gobierno piamontés figuran ministros oriundos de Venecia, Bolonia, Milán, Sicilia.



¿Cómo se decide la intervención francesa? Italia despierta, sin duda, simpatías en Europa, en Inglaterra principalmente, donde esta actitud se mezcla a un moralismo protestante antipapista. Gladstone declara que la reacción napolitana es «la negación de Dios». En Francia intelectuales liberales y anticlericales, como Buloz, director de la Revue des Deux Mondes, son favorables a la causa de la unidad; pero muchos piensan, como Lamartine, que Italia, tierra del pasado, está poblada de «polvo humano». La opinión pública católica no admite que se toque Roma. Napoleón III cede en realidad a un sentimiento personal pese a la mala voluntad de la diplomacia oficial, cuyo jefe es el católico Walewski, hijo natural de Napoleón I. A partir de 1855 se conocen tres tentativas de asesinato urdidas por italianos contra el «carbonario felón» Napoleón III, el antiguo revolucionario de la Romaña. La tercera, la del conde Orsini, provoca una especie de crisis política, que determina la aprobación de una ley de seguridad general (febrero de 1858). El encuentro decisivo de Napoleón III y Cavour se produce en Plombiéres, en julio de 1858: el emperador de los franceses promete enviar 200.000 hombres a Italia contra Austria a fin de crear una especie de federación italiana sin Austria, una federación en la que Francia ejercería una hegemonía moral, y el Papa, desposeído de la mayor parte de sus Estados, recibiría la presidencia como compensación. Ese acuerdo es secreto, como la promesa de Cavour de ceder Saboya a Francia. Diversas intrigas parecen querer revocarlo, pero es confirmado por un tratado secreto de alianzas de enero de 1859. Una publicación oficiosa deja adivinar en Francia los designios imperiales: las grandes potencias, principalmente Rusia e Inglaterra, dirigida entonces por un gabinete conservador, proponen una reunión internacional. Es Austria quien por torpeza precipita las cosas al dirigir un ultimátum a Turín...



Comienza la guerra el 29 de abril de 1859 con una débil ofensiva de los austriacos, quienes dejan a las tropas francesas el tiempo de llegar. Napoleón III asume personalmente el mando supremo a finales de mayo y el 4 de junio gana la batalla de Magenta, única operación estratégica de las hostilidades que permite la entrada en Milán de ambos monarcas. Pero Toscana ya ha echado a su gran duque, con una «revolución de salón»; al derrocar a sus soberanos Parma y Módena, la insurrección crece en Romaña y en las Legaciones, y de toda Italia acuden voluntarios para alistarse en el ejército piamontés. Preocupado por tanto entusiasmo, Napoleón III, tras la victoria de Solferino, entra en contacto con el Emperador de Austria a espaldas de Cavour y el 11 de junio concierta los preliminares de la paz de Villafranca, quince días después de su llegada a Italia, Austria renuncia a Lombardía, pero los príncipes de Italia central serán restaurados y se instaurará una confederación presidida por el Papa. Dimite Cavour. La actitud de Napoleón III es debida, en parte, a las noticias que le llegan de Francia y que testimonian de la extrema reserva de la opinión y, en parte, a la movilización de 400.000 prusianos en el Rin.



Retirado del poder, Cavour puede animar a los moderados para que conserven el control de la situación en Italia central, cuyas asambleas constituyentes aprueban en agosto y septiembre de 1859 la unión con el Piamonte. En diciembre de 1859 Napoleón III decide reemprender alguna iniciativa, y el ministerio liberal inglés considera favorablemente la perspectiva de una unidad italiana: un libelo oficioso aparecido en París aconseja al Papa la renuncia a sus Estados, excepto Roma, y Walewski deja el ministerio de Asuntos Exteriores. En enero de 1860 Cavour vuelve al poder, se aprovecha de la rivalidad de Londres y París y organiza plebiscitos triunfales en Italia central; el Piamonte cede Saboya y Niza a Francia para reforzar los lazos rotos por un momento.



El nuevo reino de la Alta Italia, con el Piamonte, la Lombardía, Parma, Módena, la Toscana y la Romaña, cuentan con 12 millones de habitantes, es decir, casi la mitad de Italia. Los círculos dirigentes piamonteses se dan por satisfechos. Es una nueva fuerza política, el Partido de la acción, que cuenta con el pueblo, la más clarividente: Crispi, emigrado siciliano, y Garibaldi, en mayo de 1860, organizan la expedición de los mil «camisas rojas» con 1.500 armas oxidadas que los piamonteses acaban por concederles. Los mil voluntarios, todos ellos intelectuales habitantes de ciudades, desembarcan en Sicilia, libran algunas escaramuzas con los borbónicos, son bien recibidos por las ciudades sublevadas y, para conciliarse con los campesinos un tanto reticentes, suprimen la tasa sobre la molienda de granos. En agosto de 1860, Garibaldi cruza el estrecho de Mesina y es recibido triunfalmente en el sur de Italia. Un ministro del rey Francisco II abre en persona las puertas de Nápoles. Cavour decide actuar para contener la ola democrática; el ejército piamontés entra en las Marcas y se reúne con los partidarios de Garibaldi en el reino de Nápoles. Víctor Manuel es saludado como rey de Italia por el mismo Garibaldi. Se ratifican las nuevas anexiones mediante plebiscitos. Fuera del reino no queda más que la Venecia austriaca y la campiña romana con Roma. Un nuevo parlamento se reúne en Turín en febrero de 1861; el reino de Italia es reconocido con entusiasmo por Inglaterra y también por Francia. Cavour muere en el mismo año, en el momento en que negocia en secreto un compromiso con el Papa.



La consecución de la unidad es laboriosa y carente de grandeza. La administración unitaria se establece con dificultad. Una verdadera guerrilla dirigida por el clero asola el antiguo reino de Nápoles, donde los piamonteses fusilan sin juicio a 1.000 rebeldes en dos años. Gracias a los buenos oficios de Napoleón III con ocasión del conflicto austro-prusiano de 1866, Italia puede atacar de nuevo a Austria. Pese a ser derrotada, Italia consigue Venecia tras la ficción de un plebiscito (1866). Queda la cuestión más espinosa, la de Roma y la campiña romana: en 1862, el gobierno real lanza a Garibaldi contra Roma, mas presionado por Napoleón III, debe él mismo contenerle. En 1867, animado en secreto por algunos círculos oficiales, Garibaldi hace una nueva tentativa, pero una división francesa le intercepta en Mentana. Es el conflicto franco-prusiano quien decide la suerte de Roma: a la caída de Napoleón III los italianos envían un ejército a Roma, que ratifica la anexión mediante un plebiscito con 98 por ciento de votos a favor. Una ley de garantías ofrece al Papa poco más o menos lo que aceptará de Mussolini cincuenta años más tarde, pero que entonces rechaza: derechos de un soberano, envío de nuncios al extranjero y compensaciones. La unidad termina como ha empezado, a favor del juego de las grandes potencias. Quedan todavía Trento y Trieste. La unidad ha costado la vida a 6.000 italianos, pero también a 15.000 franceses...



En conjunto, la unidad ha sido obra de una clase burguesa, intelectual y moderada, y también de los funcionarios del norte que han sabido insertarse en un juego diplomático a escala europea. Aquí también el liberalismo alcanza rápidamente sus límites: incapacidad para concebir reformas sociales de las cuales tanta necesidad tiene el sur de Italia, timidez, estancamiento en el conservadurismo. Habiendo prohibido Pío IX a los católicos participar en las elecciones legislativas, el cuerpo electoral, muy exiguo ya con sólo el 15 por ciento de los varones adultos, es ahora debilísimo. La izquierda anticlerical y liberal que gobierna a partir de 1876 se lanza en una política megalómana de nacionalismo, de armamentos y de colonialismo. En el caso de Italia, más aún que en otros casos, más que de una voluntad de enfrentarse a lo real, se trata de una huida hacia adelante.