jueves, 18 de octubre de 2012

El colonialismo

Imperialismo y colonialismo

Potencias ambiciosas


Los países europeos, hasta el siglo XVIII regidos por el absolutismo, crearon constituciones y dieron representación política a las fuerzas activas de su población. Italia y Alemania se unificaron, y Estados Unidos e Inglaterra democratizaron sus instituciones. Además, la revolución industrial y tecnológica incrementó su poder económico y militar.

Todas estas condiciones reactivaron la expansión a ultramar, que había sido suspendida tras la emancipación de las colonias inglesas y españolas en América.

Fueron los estados europeos quienes primero extendieron su influencia económica, militar, cultural y política sobre el resto del planeta. Luego, Estados Unidos y Japón se sumaron.

A esta expansión, que comenzó en el siglo XVIII y que duró hasta la I Guerra Mundial, se le llamó imperialismo.

La necesidad de dar salida a los excedentes de la población, de encontrar materias primas y nuevos mercados para sus productos, además de que los modernos medios de comunicación y transporte acortaron las distancias, fueron otros de los factores que determinaron la aparición del imperialismo.

Además, ninguna gran potencia quería quedarse atrás respecto de las otras en el reparto del mundo. También existía un convencimiento casi sagrado de que debían expandir la civilización cristiana occidental al resto del mundo y civilizar a los pueblos primitivos.

Explotación, dependencia y barreras

Las características más importantes del colonialismo, y en cierta medida también del imperialismo, son la explotación económica del territorio conquistado, la dependencia política, imposición de barreras sociales entre colonizadores y población nativa, creación de un sistema ideológico que justifica la situación impuesta y la manifestación de actitudes sicológicas particulares entre colonizadores y colonizados, como, por ejemplo, que en el trato del primero hacia el segundo se da una mezcla de paternalismo, menosprecio y temor. Y el colonizado mira al otro como extraño e inalcanzable, aunque con el tiempo esta visión se transforma en odio y hostilidad.

Inglaterra, Francia y Alemania

Inglaterra

Inglaterra se quedó con el control del océano Índico y el mar Mediterráneo, para mantener libre el paso a la India. Compró la mayoría de las acciones del Canal de Suez y extendió su poder a Egipto. Después de una revuelta en 1882, durante la cual los egipcios dieron muerte a numerosos extranjeros que vivían en el país, Inglaterra desembarcó tropas en la zona y colocó a Egipto bajo su protección. Este, unido a Gibraltar, Malta y Chipre, le dio completo control sobre el Mediterráneo y el Canal de Suez.

Desde el norte de África, los ingleses prosiguieron hacia el sur e incorporaron Sudán, Uganda y Kenia (Zambia) a sus dominios. También avanzaron desde Sudáfrica hacia el norte, inspirados por Cecil Rhodes, uno de los principales defensores del imperialismo británico, quien deseaba crear un gran imperio colonial desde el Cabo de Buena Esperanza hasta el Cairo. Se apropiaron de Bechuanalandia (Botswana) y de Rhodesia (Zimbabwe).

Después de una cruenta guerra (Guerra de los boers, 1899-1902), los británicos vencieron a los boers (criollos de origen holandés), y dominaron las Repúblicas de Transvaal y Orange. Sólo la existencia de la colonia alemana de África Oriental impidió que el sueño de Rhodes se cumpliera.

Francia

Francia quiso levantar un gran imperio colonial en el norte de África, desde Dakar en la costa del océano Atlántico, hasta el Golfo de Aden en la costa del océano Índico. Para eso estableció las dos grandes colonias de África Occidental y África Ecuatorial y la pequeña colonia de Somalia.

Pero su incursión en Sudán fue detenida por Inglaterra, ante quien cedió bajo la amenaza de una guerra. Francia solo pudo quedarse con Túnez y Marruecos como protectorados, agregándolos a Argelia.

Alemania

Tuvo que contentarse con territorios dispersos, como Togo y Camerún en la zona ecuatorial, además de África Sudoccidental alemana (Namibia) y África Oriental alemana (Tanzania).

Inglaterra, Francia y Holanda

Uno de los ejemplos de los roces entre las potencias colonialistas fue Fachoda (en Sudán), donde el comandante francés Marchand (en la imagen) había instalado su destacamento, a pesar de que ese territorio era de dominio inglés.

Inglaterra

El principal objetivo colonialista de Gran Bretaña era India y cuando se consolidó en ese país (la reina Victoria se convirtió en emperatriz de la India en 1877), extendió su poder hacia el este: Birmania (Myanmar), Siam (Tailandia) y Malaca (parte de Malasia) y el oeste con Beluchistán (parte de Irán y Pakistán) y Afganistán.

Inglaterra fundó varios protectorados para resguardar a la India, la cual, gracias al cultivo del algodón, adquirió gran relevancia para la economía británica.

En 1841, Inglaterra se estableció en la isla de Hong Kong, donde, apoyada por otras potencias y a pesar de la resistencia del imperio chino, forzó a este último a abrir sus puertos y fronteras. Los ingleses usaron como pretexto para la guerra la prohibición China de importar opio en 1839 y la destrucción de los almacenes de opio de propiedad británica en Cantón.

Aparte de Inglaterra, los otros países beneficiados fueron Francia, Alemania y Rusia, con concesiones territoriales que les permitieron afianzar sus fuerzas militares y navales. Asimismo, lograron ventajas económicas, construyeron ferrocarriles, comenzaron la explotación del petróleo y otras materias primas y percibieron derechos aduaneros preferenciales.

A pesar de que China se mantuvo como un Estado independiente, en lo económico pasó a depender completamente de las potencias imperialistas.

Francia

Francia se convirtió en un auténtico imperio colonial a partir de la III República, en 1873, cuando desde Cochinchina se apoderó de Vietnam y Laos, fundando la Unión Indochina (Vietnam, Camboya, Laos y parte de Tailandia), en 1887.
Holanda

Holanda también intervino en Asia, apoderándose de las islas de la Sonda (Java, Sumatra, Bali, Timor, entre otras) y de parte del archipiélago malayo.

Asoma Estados Unidos

A fines del siglo XIX este país dejó atrás la doctrina del presidente James Monroe, que se resumía en la frase "América para los americanos", y abandonó su aislamiento.
Después de apoyar con éxito a Cuba en su guerra de independencia de España, en 1898, obtuvo Puerto Rico, Guam, las islas Marianas y las Filipinas. Cuba quedó sometida a una tutoría estadounidense, y entró en un periodo político con frecuente intervención de ese país en el campo económico y militar. En 1893, EE.UU. ya había anexado el archipiélago de Hawaii.

En 1903, luego de reconocer la independencia de Panamá (que se separó de Colombia), Estados Unidos construyó en este país el canal de Panamá, lo que en la práctica significó que se convirtiera en su protectorado. Desde 1901, y al amparo de la idea del panamericanismo, Estados Unidos ha intervenido prácticamente en todos los conflictos ocurridos en América.

Japón se abre al mundo


Japón fue la excepción en Asia, ya que se transformó en una potencia imperialista. Este país se mantuvo alrededor de 200 años casi completamente aislado del resto del mundo, pero en 1853 la amenaza de los cañones del comodoro estadounidense Mathew Perry lo obligó a abrir sus puertos al comercio internacional. En la era Meiji (1868-1912) se realizaron reformas que lo convirtieron en un Estado moderno al estilo occidental, además de una de las primeras potencias del mundo industrializado.

En 1890, Japón pasó a ser una monarquía constitucional y su desarrollo fue a la par con la aparición del nacionalismo y las revueltas sociales. La victoria militar sobre Rusia, en 1905, lo elevó a potencia colonial, con la ocupación de Corea, en 1910.

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