La Revolución Francesa (1789-1794) es una etapa clave en la historia de la humanidad, ya que derriba el sistema absolutista e impone los derechos de los ciudadanos: igualdad, libertad y fraternidad.
La revolución francesa
En Francia el poder del rey era dado por derecho divino y estaba centralizado en su persona, debido al sistema político de gobierno de monarquía absoluta que regía.
La sociedad se distribuía en tres clases: el clero, la nobleza y el estado llano. Las dos primeras eran privilegiadas y la tercera, la mayoría de la nación, incluía a campesinos, artesanos, obreros, burgueses y otros, quienes soportaban casi todas las cargas del Estado, entre ellas, pagar los impuestos, de los cuales estaban exentos el clero y la nobleza. Solo la burguesía tenía una posición mejor, ya que se había enriquecido mucho durante el siglo XVIII, pero aun así quería cambios radicales.
Sin embargo, el resto del estado llano sufría miseria y hambre. En París, de 650.000 habitantes, 119.000 eran indigentes, un ejército dispuesto a un motín para mejorar su pésima condición.
Por otra parte, el alto clero (obispos y abades) disponía de una enorme fortuna y la gran nobleza de cuantiosas rentas otorgadas por el rey.
La caída del Rey
Sesión de los Estados Generales. La nobleza se ubica a la izquierda del trono, el clero a la derecha y el tercer estado al frente.
Debido a la gravísima crisis económica de Francia, profundizada por el apoyo que dio a la independencia de Estados Unidos, Luis XVI se vio obligado a convocar a los tres estamentos de la sociedad o Estados Generales, en 1789, reuniéndose en febrero de ese año. En total eran cerca de 1.200 diputados, 578 de los cuales pertenecían al estado llano, ya que el rey había decidido incrementar su número.
Los estamentos solicitaron al soberano redactar una Constitución que definiera los derechos del rey y de la nación, otorgando ciertas libertades e igualdad frente a los impuestos. Como este no se pronunció al respecto, el 17 de junio se constituyó la Asamblea Nacional, al considerar los delegados del estado llano que representaban, por lo menos, al 96 por ciento de la nación. La Asamblea decretó que no podía percibirse ningún nuevo impuesto sin su consentimiento, en lo que fue el primer acto revolucionario y el primer fracaso del poder real.
Luis XVI, influenciado por la corte y su esposa, María Antonieta, que odiaba a los reformistas, cerró el lugar de sesiones de la asamblea. Sin embargo, los diputados se reunieron en una sala de juego de pelota cercana y decidieron no separarse hasta dejar establecida la Constitución, en lo que se conoce como El juramento del juego de pelota. A los representantes del estado llano se les unieron, aunque por orden del rey, el clero y la nobleza, y el 9 de julio se formó la Asamblea Constituyente, poniendo fin a la monarquía absoluta.
Toma de la Bastilla
Luego de cuatro horas de combate, durante las cuales los asaltantes tuvieron 200 bajas, entre muertos y heridos, la Bastilla cayó.
Luis XVI quiso recuperar el poder por la fuerza, pero el 14 de julio de 1789 todo el furor popular finalmente estalló y se dirigió contra la fortaleza de la Bastilla, que era prisión de Estado y cuyos cañones apuntaban a París. Luego de algunas horas de lucha, la fortificación cayó. La milicia parisiense quedaba en manos del marqués de Lafayette, quien había combatido por la independencia de Estados Unidos. Luego, la asamblea suprimió los privilegios señoriales el 4 de agosto.
Con posterioridad, el 27 del mismo mes se aprobó la Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano, cuyos postulados fueron: el imperio de la ley, la igualdad y la libertad de los hombres y la soberanía nacional. Además, se adoptaron las consignas: libertad, igualdad y fraternidad.
La Constitución ve la luz
Como una forma de generar recursos económicos, la Asamblea puso los bienes de la Iglesia bajo su dominio y subordinó el clero al Estado. Estas decisiones recibieron la condena del Papa y motivaron a Luis XVI, profundamente religioso, a escapar junto a su familia en junio de 1791 para después reconquistar el poder por las armas. Sin embargo, fue apresado y conducido de regreso a París, al palacio de las Tullerías, con la suspensión temporal de sus poderes.
Mientras tanto, el 3 de septiembre de 1791, la Asamblea aprobó la Constitución de Francia, mediante la cual se transformó la monarquía absoluta en parlamentaria. La ahora Asamblea Legislativa, con 745 escaños, quedó formada solo por burgueses: 260 partidarios de la monarquía constitucional, 140 opositores y el resto a favor de la revolución, pero no con una forma determinada de gobierno.
Revolución violenta
Los revolucionarios, liderados por los jacobinos Maximiliano de Robespierre, Georges-Jacques Danton y Jean Paul Marat, querían eliminar definitivamente al rey y, apoyados por los hebertistas, seguidores de Jacques-René Hébert, caudillo de las masas populares conocidas como sans-culottes (descamisados), asaltaron el palacio de las Tullerías. Luego se proclamó el gobierno popular en París, llamado la Comuna, y el 20 de septiembre se estableció la Convención Nacional.
La primera medida de la Convención fue abolir la monarquía e instaurar la república, pero esta nació con divisiones: los girondinos (o la derecha) representaban a la gran burguesía; los jacobinos o montañeses (la izquierda), se apoyaban en la pequeña burguesía y los sans-culottes; en el centro estaba el pantano o llanura, que era la mayoría.
Cuando se decapitó a Luis XVI y a su esposa, debido a su resistencia contra la revolución, la Convención se quebró más aún entre los que eran acusados de antirrevolucionarios y otros de regicidas (asesinos de reyes). Para proteger la revolución se creó el Comité de Salvación Pública y se suspendió la constitución de octubre de 1793, lo que significó el inicio del periodo conocido como del terror.
Se formaron tribunales populares y se persiguió y ejecutó a aristócratas, monárquicos y contrarrevolucionarios; pero también a muchos adeptos a la revolución, entre ellos girondinos e, incluso, integrantes de la Convención. En marzo de 1794, Robespierre mandó a la guillotina a los elementos más radicales de la Comuna de París, además de los jacobinos moderados, entre ellos a Dantón. Sin embargo, el propio Robespierre fue ejecutado, el 9 de termidor, según el calendario revolucionario (27 de julio de 1794). Esto permitió a la Convención proclamar la Constitución del año III, en la que se separaban los poderes legislativo y ejecutivo.
El Directorio
Una vez que Napoleón se tomó Portugal, creyó que era posible hacer lo mismo con España.
El poder legislativo quedó dividido en dos cámaras: la bajao Consejo de los Quinientosy la alta o Consejo de Ancianos, que en sesiones extraordinarias elegían a los cinco integrantes del Directorio, en quienes recaía el poder ejecutivo.
El Directorio continuó la lucha contra los monárquicos y radicales, apoyado en el ejército en que comenzaba a destacarse Napoleón Bonaparte por sus dotes de mando y genio militar.
A pesar de que en la guerra –dirigida ahora por Napoleón– contra los Estados europeos se habían logrado algunos avances, Francia sufrió una serie de derrotas a manos de la alianza formada por Inglaterra, Austria y Rusia. Esta situación, unida a la inestabilidad política, llevaron a Bonaparte a dar un golpe de Estado el 18 de brumario (9 de noviembre de 1799) para instalar un gobierno fuerte, reemplazando el Directorio por un Consulado formado por tres personas, consolidando de esta manera a la burguesía como clase dominante y terminando, definitivamente, con el periodo de la revolución.
El imperio de Napoleón
Napoleón, vestido para la coronación como emperador. El Papa VII bendijo los adornos tradicionales, pero Napoleón se corona a sí mismo.
Napoleón disolvió los poderes legislativo y ejecutivo y fue proclamado primero entre los tres cónsules. Luego legitimó su liderazgo con la Constitución de 1799, que centralizaba el poder en el primer cónsul.
Durante el Consulado se reformaron las finanzas, se estabilizó la moneda y se creó el Banco de Francia. Se restablecieron las relaciones con el Papado y se promulgó el Código Civil, base del ordenamiento legal de muchos países en la actualidad.
El poder de Bonaparte (también conocido como el Corso, por haber nacido en la isla de Córcega) se acrecentó cuando se autoproclamó emperador en 1804.
Con el apoyo de la armada de España, Napoleón intentó invadir Inglaterra, pero en 1805 la flota franco-española fue derrotada en la batalla de Trafalgar por el almirante británico Horatio Nelson. Sin embargo, en tierra y en ese mismo año, el emperador francés venció a una coalición formada por el Reino Unido, Austria, Rusia, Suecia y el reino de Nápoles, en Austerlitz. Luego de triunfar sobre Prusia, Napoleón se repartió Europa oriental con el zar Alejandro I, de Rusia.
Como Portugal no respetó el bloqueo económico impuesto por el Corso a los ingleses, este invadió ese país. Para hacerlo atravesó España, con la autorización de sus soberanos, aprovechando también de apoderarse de esa nación e instalando en el trono a su hermano José, que ya era rey de Nápoles. Pero los españoles, ayudados por los ingleses, se sublevaron en 1808 y con su persistente rebelión desgastaron las tropas enviadas por Bonaparte para controlar la situación.
El ocaso del Corso
En 1812 Napoleón, junto a un gran ejército, compuesto por casi medio millón de hombres, invadió Rusia. Luego de la batalla de Borodino, las fuerzas francesas ingresaron a Moscú. Sin embargo, debieron retirarse, ya que la ciudad fue incendiada por sus propios habitantes. El terrible invierno ruso, más las acciones bélicas, prácticamente exterminaron a las milicias francesas, regresando solo 10.000 hombres a su país. Este hecho marcó el comienzo de la caída del emperador.
Napoleón seguía empecinado en conquistar totalmente Europa, pero esta ambición ya no era tolerada por los franceses, cansados de más de veinte años de guerras. Además, ahora encontraba una resistencia patriótica de parte de las naciones subyugadas, lo que hacía más difícil su dominio.
En 1813 perdió la batalla de Leipzig, lo que motivó a Austria a reconquistar Italia. Asimismo, los ejércitos napoleónicos debieron dejar España y en 1814 las potencias aliadas entraron a París. Napoleón fue desterrado a la isla de Elba, frente a la costa italiana, mientras asumía el trono Luis XVIII, hermano del decapitado Luis XVI.
Sin embargo, en 1815 Napoleón consigue escapar y regresar a Francia, donde fue recibido como héroe, para luego triunfar en Ligny (Bélgica) frente a las fuerzas aliadas. Pero luego fue derrotado en la batalla de Waterloo, en ese mismo país, el 18 de julio, por el británico Arturo Wellesley, duque de Wellington. Fue nuevamente exiliado, pero esta vez a la isla de Santa Elena, en medio del océano Atlántico, donde falleció en 1821.
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