El 4 de julio de 1776, el Congreso de Filadelfia aprobó la Declaración de Independencia, inspirada en las ideas liberales del británico John Locke (1632-1704) y el francés Montesquieu (1689-1755).
El 4 de julio de 1776
Monarca británico Jorge III
La guerra entre España, Francia y Gran Bretaña por el dominio de América del Norte se resolvió el 10 de febrero de 1763 con la firma del Tratado de París. Los británicos obtuvieron todo el territorio francés al norte de los grandes lagos –que actualmente corresponde a Canadá–, más Luisiana al este del Mississippi, mientras España se adueñó del territorio ubicado al oeste de este río. Además, la corona española cedió a los británicos Florida, a cambio de Cuba y Filipinas. Con esto, Francia quedó sin territorios en América del Norte, salvo por las islas de Saint Pierre y Miquelon frente a la costa meridional de Terranova. También conservó sus posesiones en las Antillas.
Por lo tanto, en 1763, América del Norte estaba dividida entre Gran Bretaña y España.
Las posesiones de ambas naciones estaban separadas por el río Mississippi. Sólo la zona noroccidental seguía siendo una tierra de nadie.
En 1763, en la Norteamérica británica había 1.250.000 blancos y más de 250 mil esclavos, equivalentes al veinte por ciento de la población de Gran Bretaña, aunque el nuevo territorio era mucho más extenso y rico.
La paz de París contribuyó al desarrollo económico de los colonos. En el norte se dedicaron al comercio y en el sur a la agricultura. Esta prosperidad fue generando la aspiración de autogobernarse.
La causa más directa de la independencia fue la política autoritaria y comercialmente restrictiva del monarca británico Jorge III (1738-1820), que cada cierto tiempo determinaba la aplicación de nuevos impuestos.
En 1773, a causa de la aplicación de un gravamen sobre el té, se produjeron graves incidentes en el puerto de Boston. Los colonos, disfrazados de indios pieles rojas, asaltaron y arrojaron al mar el cargamento de té de tres barcos. El rey proclamó estado de excepción, se clausuró el puerto de Boston, se redujo el poder político de Massachusetts y se envío a la metrópoli a los funcionarios responsables del motín, para ser juzgados. Además, se establecieron nuevas medidas para controlar el comercio y la distribución de tierras, lo que dificultó la expansión de los colonos.
Los colonos deciden organizarse
Pese a las restricciones impuestas por la Corona británica, las colonias habían desarrollado gobiernos parlamentarios capaces de organizarse y dirigir movimientos independentistas.
En octubre de 1774, delegados de las trece colonias se reunieron en el I Congreso de Filadelfia. Redactaron una Declaración de derechos y decidieron suspender el comercio con Inglaterra hasta que se eliminaran los impuestos establecidos por Jorge III. Además, se estableció un gobierno de hecho, la Association.
La resistencia armada se inició el 19 de abril de 1775, cuando las fuerzas británicas atacaron los almacenes militares de las tropas independentistas en Concord, Massachusetts. Los colonos vencieron en esa ciudad y en Lexington.
Luego de los enfrentamientos, un II Congreso de Filadelfia acordó su separación de la Corona británica.
En junio, George Washington fue nombrado comandante de las fuerzas insurgentes. Este ejército sitió Boston, que once meses después fue evacuada. Los ingleses trataron de recuperar terreno, pero los independentistas lograron derrotarlos.
El 4 de julio de 1776, el Congreso de Filadelfia aprobó la Declaración de Independencia, inspirada en las ideas liberales del británico John Locke (1632-1704) y el francés Montesquieu (1689-1755). El documento fue redactado por Thomas Jefferson (1743-1826), John Adams y Benjamin Franklin (1706-1790). En esta declaración se formularon por primera vez los derechos del hombre. Después serviría de modelo para la revolución francesa.
Tras el triunfo de Saratoga en 1777, Benjamin Franklin se convirtió en el primer embajador de Estados Unidos en París e inició una campaña a favor de la causa independentista. El conflicto pasó a ser internacional cuando Francia, en 1778, España, en 1779, y los Países Bajos, en 1780, decidieron entrar a la guerra en apoyo de los colonos, con el objeto de debilitar a Gran Bretaña, que siempre había sido su enemigo tradicional. Aunque mantuvo la neutralidad, Catalina II de Rusia también les dio su respaldo.
Las fuerzas de los colonos estaban integradas por el ejército y por milicias carentes de preparación. Estas últimas eran campesinos reclutados por períodos de tres meses. Su flota era muy reducida frente a la de los británicos.
El apoyo francés y español resultó vital para desafiar el poderío naval y el comercio británico. La ayuda francesa en el continente, al mando del marqués de Lafayette, y el programa de instrucción para los combatientes desarrollado por el barón prusiano Friedrich Wilhelm von Steuben, al servicio de Francia, también fueron muy decisivos. España envió su ayuda económica y fuerzas militares.
Las tropas británicas fueron vencidas definitivamente en la batalla de Yorktown en 1781. La paz se firmó en Versalles en 1783. Gran Bretaña reconoció la independencia de sus colonias, que adoptarían el nombre de Estados Unidos de América, y aceptó sus fronteras, limitando al oeste con el río Mississippi, al norte con Canadá –que se mantuvo bajo el dominio británico– y al sur con Florida. Francia recuperó Tobago, Santa Lucía y Senegal, en África. España recobró Florida, algunos territorios de Honduras y, en el Mediterráneo, Menorca.
La organización del nuevo país
El 17 de septiembre de 1787, la Convención Nacional de Filadelfia aprobó la Constitución de Estados Unidos, que estableció una república federal. Además, se puso en práctica la división de poderes en ejecutivo, legislativo y judicial.
El ejecutivo estaba en manos de un presidente elegido cada cuatro años. El primero fue George Washington (1789-1797). El legislativo sería ejercido por un Congreso compuesto por dos cámaras: el Senado y la Cámara de representantes. El poder judicial quedó a cargo de la Corte Suprema, formada por jueces vitalicios, encargados de velar por el respeto a las leyes constitucionales y a los derechos de los ciudadanos.
Orígenes de la revolución norteamericana
Incendio de Charlestown, acaecido en las fases iniciales de la batalla de Bunker Hill, el 17 de junio 1775.
La guerra de los Siete Años (1756-1763) conocida por los norteamericanos como guerras Indias, entre España, Francia y Gran Bretaña, por el dominio de América del Norte, se resolvió el 10 de febrero de 1763 con la firma del Tratado de París. Los británicos obtuvieron todo el territorio francés al norte de los grandes lagos que actualmente corresponde a Canadá, más Luisiana al este del Mississippi, mientras España se adueñó del territorio ubicado al oeste de este río. Además, la corona española cedió a los británicos Florida, a cambio de Cuba y Filipinas.
Con esto, Francia quedó sin territorios en América del Norte, salvo por las islas de Saint Pierre y Miquelon, frente a la costa meridional de Terranova. También conservó sus posesiones en las Antillas.
Por lo tanto, en 1763, América del Norte se hallaba dividida entre Gran Bretaña y España. Las posesiones de ambas naciones estaban separadas por el río Mississippi. Sólo la zona noroccidental seguía siendo tierra de nadie.
Este tratado contribuyó al desarrollo económico de los colonos. En el norte se dedicaron al comercio y en el sur a la agricultura. Pero esta libertad económica no duró mucho, porque las relaciones con Inglaterra empezaron a deteriorarse. Esto se debió a la política autoritaria y comercialmente restrictiva del monarca británico Jorge III (1738-1820), que cada cierto tiempo determinaba la aplicación de nuevos impuestos a mercancías a las cuales los norteamericanos daban mucha importancia, como la melaza, con la que producían el ron. También el impuesto al timbre, con el cual las actas públicas, los documentos notariales y los contratos comerciales quedaban sometidos a ese nuevo gravamen. En estas circunstancias, los colonos se sintieron seriamente amenazados en sus libertades. Celosos de su propia autonomía, los ciudadanos de las colonias protestaron enérgicamente.
El 10 de mayo de 1773 se produjeron graves incidentes en el puerto de Boston, debido a la desesperación de los americanos por la decisión del gobierno británico de aplicar un gravamen a la importación de té. La Compañía de las Indias Orientales solicitó y obtuvo de los ingleses el monopolio de la venta de té en las colonias de América. Para el espíritu de los colonos, la decisión de Londres era inaceptable y contra esa ley del té actuaron de diferentes maneras, sobre todo boicoteando el producto inglés. El radical Samuel Adams preparó junto con otros compatriotas, el día 16 de diciembre de 1773, el famoso incidente del té de Boston; disfrazados de indios pieles rojas, asaltaron y arrojaron al mar el cargamento de tres barcos de la compañía: 343 cajas valoradas en 10.000 libras. El rey Jorge III proclamó estado de excepción, clausuró el puerto de Boston, redujo el poder político de Massachusetts y envió a la metrópoli a los funcionarios responsables del motín, para ser juzgados.
La Declaración de la Independencia
El 4 de julio de 1776, el Congreso de Filadelfia aprobó la Declaración de Independencia.
El 4 de julio de 1776, en el Congreso de Filadelfia, los representantes de las trece colonias firmaron la Declaración de Independencia, en la que asumían el nombre de Estados Unidos de América, inspirado en las ideas liberales del británico John Locke (1632-1704) y el francés Charles de Secondat, (1689-1755), barón de Montesquieu . El documento fue redactado por Thomas Jefferson (1743-1826) abogado de Virginia, quien con posterioridad se convirtió en el tercer Presidente de los Estados Unidos, John Adams y Benjamín Franklin (1706-1790).
En la declaración —aparte de las acusaciones vertidas contra el rey Jorge III y su gobierno— se consigna uno de los principios más revolucionarios jamás escrito anteriormente: “todos los hombres han sido creados iguales”. Y estos hombres, “recibieron de su Creador ciertos derechos inalienables, entre los cuales están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad; así, para asegurar esos derechos, se han instituido los gobiernos entre los hombres, derivándose sus justos poderes del consentimiento de los gobernados; de tal manera que si cualquier forma de gobierno se hace destructiva para esos fines, es un derecho del pueblo alterarlo o abolirlo, e instituir un nuevo gobierno, basando su formación en tales principios y organizando sus poderes de la mejor forma que a su juicio pueda lograr su seguridad y felicidad”. Después, este modelo serviría para la Revolución Francesa.
La lucha independentista
El ejército británico fue derrotado en la batalla de Yorktown.
En agosto de 1776, George Washington tuvo que abandonar la ciudad de Nueva York, que permanecería en poder de los ingleses hasta el final de la guerra. Se retiró a través del río Delaware, pero ese mismo invierno volvió a cruzar y obtuvo dos victorias decisivas: las de Trenton Bridge y Princetown.
Tras el triunfo en Saratoga, el 17 de octubre de 1777, Benjamín Franklin se convirtió en el primer embajador de Estados Unidos e inició en París una campaña a favor de la causa independentista, despertando profundas simpatías en Europa. Debido a esto, el conflicto pasó a ser internacional cuando Francia, en 1778, España, en 1779, y los Países Bajos, en 1780, decidieron entrar a la guerra en apoyo de los colonos, con el objeto de debilitar a Gran Bretaña, que había sido su enemigo tradicional.
Los colonos habían desarrollado sus campañas sobre todo en tierra. Sus fuerzas estaban integradas por el ejército y por milicias, que carecían de preparación, ya que eran campesinos reclutados por períodos de tres meses. Su flota era muy reducida frente a la de los británicos.
El apoyo francés y español resultó vital para desafiar el poderío naval y el comercio británico. La ayuda francesa en el continente, al mando de Marie Joseph Motier, marqués de La Fayette, y el programa de instrucción para los combatientes desarrollado por el barón prusiano Friedrich Wilhelm von Steuben, al servicio de Francia, también fueron muy decisivos. España envió su ayuda económica y a un ejército capitaneado por Bernardo de Gálvez, que reconquistó Florida en 1781.
La guerra duró seis años, hasta que las tropas británicas comandadas por Charles Cornwallis fueron vencidas en la batalla de Yorktown, en octubre de 1781. De ahí en adelante comenzaron los preparativos para la paz, la que llegó el 3 de septiembre de 1783, con la firma en Versalles del Tratado de París, donde Gran Bretaña reconoció formalmente la existencia de Estados Unidos y aceptó sus fronteras: al oeste con el río Mississippi, al norte con Canadá —que se mantuvo bajo el dominio británico— y al sur con Florida. Francia recuperó Tobago, Santa Lucía y Senegal, en África. España recobró Florida, algunos territorios de Honduras y, en el Mediterráneo, Menorca.
La perspectiva del nuevo país
George Washington
El 17 de septiembre de 1787, la Convención Nacional de Filadelfia aprobó la Constitución de Estados Unidos, que organizó al nuevo país como una república federal, en la que cada estado conservó sus instituciones. Además, se puso en práctica la división de poderes en Ejecutivo, Legislativo y Judicial.
El Ejecutivo estaba en manos de un Presidente elegido cada cuatro años.
El primer presidente fue George Washington (1789-1797).
El Legislativo sería ejercido por un Congreso compuesto por dos cámaras: el Senado y la Cámara de Representantes.
El Poder Judicial quedó a cargo de la Corte Suprema, formada por jueces vitalicios, encargados de velar por el respeto a las leyes constitucionales y los derechos de los ciudadanos.
Desde ese momento, los aspectos comerciales e industriales fueron favorables. Era la premisa para la gloriosa epopeya de los pioneros de esta nueva nación
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