Época de los nacionalismos: Europa de 1848 a 1870
* Nacionalismo: doctrina que defiende el derecho a constituir estados que se identifiquen con sus nacionalidades.
Johann Gottfried Herder
Profesor Mario Orellana R. Premio Nacional de Historia 1994. Asesor ciclo Historia Universal
El nacionalismo se convirtió en un factor que dinamizó la vida política del siglo XIX. Sus partidarios defendían el derecho de los pueblos a constituir estados que se identificaran con las nacionalidades; es decir, con los grupos con los cuales compartían elementos comunes, como el idioma, la religión, las costumbres y los intereses. Este movimiento, que había tomado forma durante la dominación napoleónica, se fortaleció después del Congreso de Viena, el que resolvió instaurar un nuevo sistema político–religioso, llamado Santa Alianza y un nuevo mapa europeo que hizo variar las fronteras internas del continente. Esto último planteó una serie de problemas en relación con el principio de las nacionalidades: naciones fragmentadas en múltiples estados, como Italia y Alemania; estados multinacionales, como el Imperio Austriaco, conformado por checos, eslovacos, croatas, polacos, eslovenos, húngaros e italianos, y el Imperio Turco, formado por búlgaros, serbios, albaneses y croatas. Finalmente, nacionalidades sometidas, como en los casos de Irlanda en el Reino Unido, de los alemanes de Schleswig y de los noruegos en Suecia, entre otros.
Después del año 1850, el sentimiento nacionalista consiguió grandes victorias. El más poderoso de ellos, culturalmente, ocurrió en Alemania, donde, coincidiendo con el romanticismo, apareció una generación de intelectuales cuya influencia se extendió por Europa hasta el siglo XX.
Uno de los principales teóricos de esta época fue Johann Gottfried Herder, inspirador de una tendencia conocida como Sturm und Drang (algo parecido a ‘tormenta e impulso’ en alemán), que proponía que toda cultura verdadera debía brotar de raíces propias; es decir, poseer un carácter nacional. Estas ideas fueron recogidas por el filósofo Johann Gottlieb Fichte, quien fue un poco más allá, afirmando que el carácter alemán era más noble que otros. En definitiva, para los intelectuales alemanes el nacionalismo se convirtió en una obsesión.
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